Revista Diario
En cirugía no puedes confiarte... Un día estás en el cielo después de recibir, diagnosticar y curar a alguien que estaba fastidiado con tus manos (y en mi caso con la ayuda de un buen adjunto enfrente o al lado) y al otro estás planteandote las mil y unas cosas que pudiste hacer de otra manera y que podrían haber influido (o no, eso sólo Dios lo sabe) en que otro paciente no se complicara...
Esa maldita zorra, que como cualquier droga, hace que uno salga un día de quirófano sin querer a probarla nunca más y que al rato como el alcohólico que recae estés disfrutando de su magia, como si de un buen vino se tratase.