Curiosamente fue un hombre, Napoleón, quien se opuso completamente a su uso, no os creáis que porque le dieran pena las mujeres, sino porque estaba convencido de que disminuía la fertilidad, y quería tener una gran natalidad en Francia, necesitaba hombres para sus ejércitos.
Esta información me da que pensar sobre la famosa, y bellísima, moda Imperio, esos vestidos que vemos en las películas de Jane Austen, cortados bajo el pecho, sueltos y ligeros como un camisón. Principios del siglo XIX y no usaban corsé. Pero después se volvió a la moda, al enclaustramiento del cuerpo femenino, y regresaron con fuerza el corsé, el miriñaque, el polisón, y un sinfín de instrumentos de tortura que deformaban, falseaban, y comprimían el cuerpo femenino.
Curiosamente, si os fijáis en los dos modelitos del centro, se llaman "corsé jaula" y "cinturón jaula". Lo que os decía.
Todo esto cambió con la gran guerra, pero esa es otra historia ya conocida y que ahora no vamos a contar.
De lo que yo quiero hablar ahora es de las fajas actuales.
Todos conocemos las fajas clásicas que usan nuestras madres y nuestras abuelas. Otro instrumento de tortura, junto con lo que mi madre llamaba "sujetador estomaguero", es decir, un sujetador con una banda debajo para comprimir el estómago. Y encima estas prendas son feas, feas, color carne anti-libido, y de un tejido tan rígido, que cualquiera a poco que se fije, puede descubrir qué señora la lleva bajo los pantalones de vestir. Y no sientan bien, señoras, ese culo tan prieto y liso, tan compacto, parece una prótesis.
Y desde hace algún tiempo, nos están llegando lo que vamos a llamar la Faja 2.0. La faja del siglo XXI. La faja tecnológica, que recoge, sujeta y da forma. Es decir, lo que fue hace ya años la revolución del wonderbra, pero esta vez para cintura, cadera y muslos.
Y encima está tan de moda, que las famosas no se privan a la hora de enseñarla. O eso, o es que les pagan por hacerlo, que tampoco me extrañaría.
O sea, chicas, que ya sabéis cómo va esto. No vale con un vestido divino, buen peinado y maquillaje, todo eso es insuficiente si no empiezas por lo interior. Y ya no se trata de preciosa lencería, ligueros, ni tangas (bueno, estos no los echo de menos), ni nada que encienda la lujuria de tu chico.
Lo que hay que llevar por debajo del vestido ideal es un buen wonderbra, ya sabes, levanta, junta y realza, y una buena faja, de cintura a medio muslo, que reduce, sujeta y reafirma. Enjauladas, como en el siglo XIX.Eso sí, cuando te vayas a quitar el vestido, que no te vea tu hombre. Hay pocos a los que estas cosas les pongan, en realidad creo que solo al canalla Daniel Cleaver (ese soberbio Hugh Grant), que babeaba por la braga-faja de Bridget Jones.
(Le comento esta entrada mientras la escribo a mi pecador particular, y su veredicto es que estas cosas solo las llevamos las mujeres para lucirnos ante las otras mujeres, y que si una famosa las lleva, allá que vamos todas detrás, como borregas que diría Lady Ira. Y es que a mi pecador, como la mayoría de los hombres, supongo, lo que le va es la lencería, los encajes y las trasparencias. Así que no, Jennifer López o Gwynneth Paltrow, a esta Soberbia no le vendéis vuestras fajas.)