En 1983, en respuesta a las crecientes evidencias de una crisis ecológica, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) creó la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CMMAD) para analizar la situación medioambiental y su relación con el desarrollo. En 1987, la CMMAD presentó recomendaciones para acción en un informe llamado ‘Nuestro futuro común’, mejor conocido como Informe Brundtland. Más adelante, este informe se convirtió en la base para las negociaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) que se celebró en Río de Janeiro en 1992. También conocida como Cumbre de la Tierra, la CNUMAD fue una conferencia trascendental de la ONU en la década de 1990 y un proceso clave para moldear el orden internacional en la era tras la Guerra Fría.Programa 21, el documento emanado de la Cumbre de la Tierra, pasó a ser la referencia para el debate sobre el desarrollo sostenible.Del desarrollo sostenible a la economía verdePodría decirse que uno de los asuntos más importantes que está en juego ahora (como lo estuvo entonces) es la (in)compatibilidad de un modelo de desarrollo basado en el crecimiento con la meta de la sostenibilidad del medio ambiente. Con más de 50 años de cooperación internacional para el desarrollo, la idea del desarrollo, junto a los derechos humanos, se ha convertido en uno de los valores definitorios de nuestros tiempos. Es la base de políticas y agendas políticas y ha sido utilizada para justificar revoluciones y el conservadurismo del mercado por igual.Sin embargo, con la creciente prevalencia de desastres ecológicos – como los relacionados con el cambio climático – y una mayor escasez de recursos, los límites del planeta para sostener un modelo de desarrollo basado en el crecimiento fueron evidentes entonces y continúan siéndolo hoy día.El Informe Brundtland estableció el “desarrollo sostenible” como uno de los conceptos fundamentales en cuanto a revigorizar la idea del desarrollo. El desarrollo sostenible fue definido como “el desarrollo que satisface las necesidades actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas” y se basó en “pilares interdependientes que se refuerzan mutuamente”: el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.No obstante, el informe fue criticado por no reconocer la necesidad de repensar la lógica de la acumulación de capital inherente a un modelo de desarrollo cuyo objetivo esencial es el crecimiento. Este modelo de desarrollo se basa en el supuesto de que el crecimiento conducirá naturalmente a la reducción de la pobreza. Sin embargo, la experiencia acumulada ha mostrado que el crecimiento centrado sólo en el mercado no resultará en una mayor igualdad social, de género o racial. Además, con frecuencia el crecimiento económico se ha basado en el sobreconsumo de unos pocos y un bajo consumo de la mayoría. En lugar de pensar en la redistribución, este modelo regular de desarrollo fija el nivel de consumo de la elite como la meta para toda la gente, pero sabemos que esto es insostenible debido a los limitados recursos de nuestro planeta.En este marco, el crecimiento económico continúa siendo la meta aunque la sobreproducción no ha reducido las desigualdades, no ha conducido a la redistribución y ha agotado los recursos naturales e incrementado la contaminación, los desechos, el calentamiento global, etc., llevando a nuestro planeta a un punto muerto.Veinte años después, con defectos evidentes en el carácter “sostenible” del modelo, tampoco el proceso de Río+20 está reconociendo los límites de una fe irrestricta en el crecimiento económico como el medio para el desarrollo. De hecho, ahora se propone un nuevo concepto como respuesta al dilema del medio ambiente/desarrollo como crecimiento: la economía verde. ¿Qué es la economía verde?El concepto de economía verde ha dado mucho de qué hablar, aunque hay quienes afirman que está “en construcción”. Según sus defensores (como la Unión Europea, Estados Unidos y agencias de la ONU), este concepto no sustituye al de desarrollo sostenible sino es un medio para alcanzarlo.El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) invirtió grandes esfuerzos en definir la economía verde en su informe de 600 páginas denominado Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Define la economía verde como una economía que “debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas. En su forma más básica, una economía verde sería aquella que tiene bajas emisiones de carbono, utiliza los recursos de forma eficiente y es socialmente incluyente”.[1]Un análisis del Instituto Transnacional señala: “De acuerdo al PNUMA, mediante la transición hacia la economía verde se podrá relanzar la economía global con tasas de crecimiento muy superiores a las que serían posibles con el modelo actual. Se lograría generar más y mejores empleos, se reduciría la pobreza, se alcanzarían mayores niveles de equidad y las metas del milenio, todo ello de un modo sostenible, esto es, reconociendo el valor de la naturaleza, reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, y la presión sobre el entorno natural, permitiendo así su recuperación. Todo esto, por supuesto, creando nuevas y rentables áreas de inversión que harían posible al capital global salir de su crisis actual y aumentar sus tasas de ganancia”.[2] Si esto suena demasiado bueno para ser verdad, es porque lo es.El informe del PNUMA sobre la economía verde se basa en el rechazo a lo que llama un “mito” del dilema entre el progreso económico y la sostenibilidad del medio ambiente. Afirma que las múltiples crisis actuales (financiera, alimentaria, hídrica, energética, medioambiental y la recesión económica) fueron causadas por la “asignación incorrecta del capital” a actividades económicas con altas emisiones de carbono y que “se invirtió muy poco en energías renovables, eficiencia energética, transporte público, agricultura sostenible, protección de los ecosistemas y de la diversidad biológica, y conservación del suelo y el agua”.[3] Esta asignación incorrecta del capital es vista como “fallas del mercado” debidas a “falta de información” y un marco regulatorio inadecuado para incorporar los costos medioambientales de las actividades económicas. La respuesta que el informe propone son políticas “adecuadas” que incrementen el acceso a información sobre los mercados a fin de aumentar los incentivos para redirigir la asignación de capital desde las “inversiones marrones” hacia “inversiones e innovaciones verdes”.[4]El informe insiste en la idea de que una economía verde de hecho propiciará tasas de crecimiento más altas siempre y cuando los mercados perciban las “inversiones verdes” como financieramente rentables, poniendo así la sostenibilidad del medio ambiente bajo el valor neoliberal de la maximización de ganancias. Ésta es la lógica detrás de uno de los principales (y muy criticados) instrumentos del ‘nuevo acuerdo verde’: los mercados de carbono y el Programa de Colaboración de las Naciones Unidas para la Reducción de Emisiones de la Deforestación y la Degradación de Bosques en los Países en Desarrollo (REDD+, por sus siglas en inglés). Sin embargo, estos argumentos no reconocen que las decisiones adoptadas por las corporaciones transnacionales suelen basarse en la maximización de ganancias a corto plazo, no en falta de información sobre “inversiones verdes”.A medida que se aproxima la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20) y el marco de la economía verde es definido en esos términos, probablemente veamos un documento final que sólo refuerza las contradicciones del actual modelo regular de desarrollo basado en una fe irrestricta en el crecimiento como el medio para lograr la igualdad social y de género y la sostenibilidad del medio ambiente.Participación de los movimientos de mujeres y sociales en Río+20Dado lo que está en juego, Río+20 se ha convertido en el proceso clave para los movimientos sociales en 2012. El Grupo Principal de Mujeres (WMG, por sus siglas en inglés) ha sido la plataforma formal de las mujeres tras los procesos de negociaciones oficiales. En la más reciente Reunión Intersesional de Río+20, Anita Nayar, de DAWN, pronunció el discurso del WMG, subrayando la falta de referencia a las mujeres en el actual proceso intergubernamental, en contraste con el Programa 21 de 1992 de la CNUMAD, el cual señaló que las cuestiones de género deben ser transversales.La presentación del WMG también aboga por la necesidad de “tomar conciencia de que el crecimiento económico ilimitado no es equivalente a bienestar o sostenibilidad” y, por lo tanto, se requiere de indicadores que conduzcan al reconocimiento de “la carga desigual e injusta que las mujeres sobrellevan para mantener el bienestar colectivo”, así como a recuperar el consenso de que “la causa principal del continuo deterioro del medio ambiente global son los patrones insostenibles de consumo y producción, particularmente en los países industrializados, que son motivo de gran preocupación y agravan la pobreza y los desequilibrios”. Asimismo, el WMG pidió un “piso universal de protección social”, como también vigilar, regular y exigir cuentas a las corporaciones por “sus prácticas ecológica y socialmente insostenibles”.El comité local que organiza la Cumbre de los Pueblos Río+20 está liderando movilizaciones de base amplia por parte de movimientos sociales. El Foro Social Temático que tuvo lugar en Porto Alegre, Brasil, del 24 al 29 de enero de 2012 fue un momento clave para vincular las diversas luchas de resistencia al modelo neoliberal de desarrollo basado en el mercado que está implementándose en todo el mundo – desde la Primavera Árabe, los movimientos de Indignados, Ocupa Wall Street, las movilizaciones contra los Tratados de Libre Comercio y los acuerdos del G20, hasta ampliamente las resistencias frente a soluciones falsas del mercado (incluyendo REDD+, los biocombustibles, los organismos genéticamente modificados, etc.) a las crisis ecológicas.En enero de 2012 fue publicado el borrador cero del texto de las negociaciones, que refleja los temores de los movimientos sociales respecto a cuán poco hace el documento para superar el fallido modelo de desarrollo. Las negociaciones continuarán hasta la Conferencia en junio y la sociedad civil tiene que avanzar para influir en el posible documento final.
Por Diana AguiarFuente: Notas de los Viernes de AWID, 9 de marzo de 2012. Título original: ‘From Sustainable Development to Green Economy – What does this mean for women?’Traducción: Laura E. Asturias
Notas:
- PNUMA, 2011, Towards a Green Economy: Pathways to Sustainable Development and Poverty Eradication [Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza], pág. 16. Descargar en español la ‘Síntesis para los encargados de la formulación de políticas’, pág. 1. [Ver también: PNUMA, ‘Economía verde – Hagámosla realidad’, Revista Nuestro Planeta, febrero de 2010.]
- Edgardo Lander, 2011, ‘La Economía Verde: el lobo se viste con piel de cordero’, Transnational Institute, pág. 4. [Ver también: Alejandro Nadal, ‘Economía verde, nuevo disfraz del neoliberalismo’, La Jornada, 11 de enero de 2012.]
- Ibíd., PNUMA, 2011, ‘Síntesis para los encargados de la formulación de políticas’, pág. 5.
- Ibíd., pág. 4.
- ‘Vamos a reinventar el mundo’, Grupo de Reflexión y Apoyo al Proceso FSM (GRAPFSM), octubre de 2011.
- Foro Social Temático: Crisis Capitalista, Justicia Social y Ambiental, Porto Alegre, Brasil, 24 a 29 de enero 2012.
- Documento de posición del Grupo Principal de Mujeres en preparación para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20) de 2012: ‘AGender Perspective on the “Green Economy”: Equitable, healthy and decent jobs and livelihoods’ [Una perspectiva de género sobre la “economía verde”: Empleos y medios de sustento equitativos, saludables y decentes], marzo de 2011.