Tras una obligada y agotadora tarde de compras, acabamos en la famosa calle de Principe, en el centro de Vigo, buscando el famoso Dinoseto y al final de la calle pude divisar un escenario en el que un grupo, al que no podía distinguir, se dedicaba a afinar sus instrumentos. Cuál sería mi sorpresa cuando a medida que me iba acercando me di cuenta que eran ni más ni menos que Los Secretos, con el icombustible Álvaro Urquijo a la cabeza. Y yo sin enterarme de que había concierto de Los Secretos en Vigo, cuando unos años antes, a punto de comprar la entrada, el concierto había sido cancelado por no recuerdo qué motivo.
El famoso Dinoseto
Así que no encontramos el Dinoseto (que además no está en esa zona) pero, de sopetón, me encontré con un ensayo de Los Secretos, en plena calle. Y aunque no me hubiese animado a ir al concierto, ya solo haber visto el ensayo valía la pena. Suenan bien, pero que muy bien estos chicos.
A las 23:00 de la noche, sin apenas retraso y tras un pequeño susto en forma de gotas de lluvia, dio comienzo el concierto, que se abrió con el tema Échame a mi la culpa y, a lo largo de unas dos horas, Urquijo y los suyos hicieron un completo repaso por su amplia discografía, alternando muy correctamente sus grandes éxitos con temas más recientes y menos conocidos como Algo prestado, Ponte en la fila o Esta ciudad.
Álvaro se encargó de ir introduciendo los temas contando pequeñas historias y anécdotas del grupo y sobre las canciones, como las aventuras y desventuras con Joaquín Sabina, el agente que comparten y los temas Ojos de gata y Por el bulevar de los sueños rotos.
No faltó la inevitable mención al malogrado Enrique Urquijo, verdadero alma y líder del grupo hasta su muerte en 1999.
Pero, sin duda, los momentos álgidos del concierto fueron los coincidentes con los grandes temas de Los Secretos como Colgado, Buena chica, Ojos de perdida, Déjame, etc. No faltó ni uno.
Para rematar, Álvaro y los suyos se despidieron con dos temazos clásicos, Sobre un vidrio mojado y Gracias por elegirme. Quisieron la casualidad y la ironía que, cuando empezaron a sonar los primeros acordes de Sobre un vidrio mojado, hizo su aparición la lluvia que había amenazado durante la espera para el comienzo del concierto pero que nos había respetado durante todo el espectáculo.
Y así acabamos, mojados, cubiertos con lo que había a mano y rodeados de paraguas en pleno concierto.
En fin, una gran experiencia, que además llegó de forma inesperada y gratuita. Un directo de esos que valen la pena, de un grupo que puede gustarte o no, pero que es innegable que forman parte importante del panorama musical de nuestro país y de nuestras vidas. 35 años haciendo música les avalan.