Revista Política

Del empleo, los puercoespines y la madre que los parió, según el pensamiento profundo del PP

Publicado el 20 noviembre 2011 por Civeperez

Sorprende la aplastante mayoría que las encuestas otorgan al Partido Popular en un país donde, oficialmente, sólo 160.000 personas superan el umbral de riqueza. Gran parte de la población está tan asustada por la crisis que busca una salida a la desesperada. Mariano Rajoy se limita a expresar un discurso vago respecto a las medidas con las que piensa sacar adelante el país. Pero la FAES nos proporciona algunos datos respecto a la áspera política laboral y social que inspira el programa oculto del PP.

Conforme a la clasificación atribuida a Benjamin Disraeli «Hay tres tipos de mentiras: mentiras pequeñas, mentiras grandes y estadísticas». Como de la parte mendaz ya se ocupan los políticos, para hacer más llevadero el día a día resulta práctico aceptar ciertas convenciones estadísticas. Una de ellas, la previsión del tiempo según la Agencia Nacional de Meteorología. Otra, la estadística de los ricos que hay en España.
A raíz de la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, el ministerio de Economía y Hacienda estima que, en números redondos, son alrededor de
160.000 personas las que superan el umbral de riqueza establecido para el pago del impuesto [patrimonios de más de 700.000 euros, con una exención de 300.000 euros por vivienda habitual]. Esto significa que, redondeando también la superficie (500.000 km²) del país, tocamos a 0,32 ricos por km². O sea, la probabilidad de encontrarnos con un rico es tan baja como elevada la probabilidad de que el terreno que estemos pisando pertenezca patrimonialmente a uno de los grandes ricos y tengamos que vérnoslas con sus guardas. Y nos impidan el libre ejercicio del laissez faire, laissez passer, pues ya se sabe que los ricos no respetan los principios de la doctrina liberal. Esa monserga predicada por los cantamañanas que, a sueldo de las clases pudientes, escriben o vocean a través de las ondas.
¿Cuál es la razón por la que, habiendo sólo 160.000 personas ‘oficialmente' ricas en España, son millones las personas dispuestas a votar al Partido Popular? En las elecciones 2008, el PP obtuvo 10.169.973 votos frente a los 11.064.524 del PSOE. Dado que ahora, las expectativas de voto pronostican –los hados no lo quieran— una aplastante mayoría del partido de la derecha carpetovetónica, esta formación recibiría por lo menos doce millones de votos.
Las cuentas no me salen. Aunque sumemos a los 160.000 ricos 'oficiales' el presunto millón de feligreses que en agosto se congregaron en el happening organizado en las calles madrileñas en torno al Papa Benedicto. Y aunque a estos añadiéramos ciertas cúpulas funcionariales y gremiales, el número de ciudadanos a los que benefician las políticas neoliberales no debería superar los dos millones. Un viejo adagio político afirma que no hay nada más tonto que un obrero de derechas. Pero de obreros se hablaba cuando éstos tenían conciencia de serlo y fueron capaces de movilizarse y mantener a la derecha a raya. Actualmente, cuando la precariedad y el desempleo hacen mella en la sociedad española, no alcanzo a comprender el perfil sociológico de esos millones de ciudadanas y ciudadanos con el cuajo suficiente para votar el programa del Partido Popular. Mejor dicho, el programa que Mariano Rajoy no tiene la honradez de enseñar, pero cuyas líneas se adivinan en las descaradas maneras apuntadas por su fiel colaboradora María Dolores de Cospedal en Castilla la Mancha. O su menos fiel, pero máxima exponente de la falta de decoro político, Esperanza Aguirre en la comunidad de Madrid.
Del empleo, los puercoespines y la madre que los parió, según el pensamiento profundo del PPDolores de Cospedal, a Dios rogandocon un discurso anclado en las más rancias esencias y con el mazo dando, —augura protestas "cuando Rajoy diga lo que hay que hacer"—.

El escritor y premio Nobel Mario Vargas Llosa se ha mostrado confiado en la política que podría desarrollar el Partido Popular si gana las próximas elecciones generales: "Un cambio de Gobierno va a ayudar creando ilusión. La crisis está afectando muchísimo a la realidad de las personas, no solo en su nivel de vida o en el aumento del paro. La gente ha perdido el optimismo y un cambio de Gobierno siempre inyecta esperanza".


Una interpretación de este masivo voto anunciado hacia el PP es que una mayoría de la población está tan asustada por la crisis que busca una salida a la desesperada. Algo parecido a lo que sucede cuando se declara un incendio en un teatro. Todos se precipitan hacia la salida, aunque finalmente gran parte morirá aplastada contra las puertas cerradas. Aquí, las puertas han sido cerradas por las élites europeas al servicio del poder financiero. Pero suponiendo que Rajoy, más allá de
la interesada vaguedad programática pudiera ofrecer a los votantes algo más que confianza ¿qué haría?
Uno de los más veteranos miembros del PP, Javier Arenas Bocanegra, ex ministro de Trabajo en el Gobierno de José María Aznar, niega que sus propuestas sean ambiguas. «Para los que decían que no teníamos programas ahí está el programa del PP, más claro que el agua y quien quiera profundizar: lo que ya hacíamos en 1996», sentenció Arenas.
Si toda la estrategia político económica del PP para afrontar las ya de por sí escalofriantes cifras del desempleo español consiste en retroceder a la etapa aznarista, es para echarse a temblar. Porque del Aznar filósofo, que allá por 1993 afirmaba con lógica perogrullesca que "para acabar con el desempleo lo que hay que hacer es trabajar más", pasamos al Aznar que en 2002 defendió la reforma del sistema de protección del desempleo a través de un Decretazo con el argumento de "incentivar" la búsqueda de empleo por parte de los desempleados, ya que el "resto de los trabajadores no tienen por qué mantener a los que no quieren trabajar".

En la actualidad, la principal fuente de inspiración política del Partido Popular es FAES, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales presidida por el propio Aznar. Es el think tank que guía la actuación práctica de los populares cuando acceden a los distintos ámbitos de gobierno. En este gran laboratorio de ideas se acuñan esos conceptos ajustados a la más pura y dura doctrina neoliberal que informan la praxis real del PP. Es decir, el temido programa oculto que se esconde tras la meliflua ambigüedad marianista: reducción de impuestos a las clases altas, privatizaciones de empresas y servicios públicos, recortes en la protección social, incluida la ayuda a la Dependencia y ásperas disposiciones en materia laboral.
Ciertas propuestas d
el acervo argumental de FAES tienen un claro regusto darwinista. Es el caso de la presentada por Valentín Bote Álvarez-Carrasco, que rechaza el establecimiento de un salario mínimo recurriendo al ejemplo de las púas de puercoespín. Disponible en este enlace, en síntesis sostiene lo siguiente:
"Algunos animales son más débiles que otros. Por ejemplo, el puercoespín es un animal indefenso excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen preparación, todos ellos, son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el mundo animal, estos agentes débiles tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por sueldos más bajos. Cuando el gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios, es como si se le arrancaran las púas al puercoespín. El resultado es el desempleo, que crea una situación de desesperanza, soledad y dependencia".
El argumento que guía esta propuesta es de una asombrosa estupidez, pues la premisa principal de que las personas débiles tienen "la capacidad de trabajar por sueldos más bajos" se derrumba desde el momento en que tan espuria "capacidad" no es privativa de una determinada clase de individuos, sino que alcanza a todo tipo de personas, incluida la respetable señora madre del escritor de FAES. Es una capacidad, digamos que universal. Sólo que algunos individuos, por su privilegiada posición en el sistema social no se ven forzados a ejercerla. Mientras que a los situados en los escalones más bajos no les queda otro remedio que aceptar cualquier empleo a cualquier precio y condiciones.
La peregrina tesis del ciudadano Bote se inscribe en esa categoría de falacias, irónicamente ilustrada por Anatole France cuando habló de esa justicia que "en su majestuosa igualdad, permite tanto al rico como al pobre dormir de noche bajo un puente y mendigar en la calle".
Pero la falacia adquiere rango de deshonestidad intelectual cuando el autor no duda en invertir los más elementales términos del lenguaje para presentar la desprotección, es decir la incapacidad, como capacidad.
El darwinismo social es una trasnochada ideología basada en la creencia de que el progreso cultural y biológico depende del libre juego de las fuerzas competitivas en la lucha de individuo contra individuo, de nación contra nación y de raza contra raza. En este sentido, Herbert Spencer, en el siglo XIX, propugnó la supresión de cualquier política encaminada a proporcionar auxilio a los desempleados, a las clases pobres y a los pueblos atrasados, bajo el supuesto de que esta ayuda interferiría en el libre juego de una pretendida ley de supervivencia de los más aptos.
La pretensión de legitimar la desigualdad social y racial con una arquitectura argumental tan débil como la expuesta por el cerebro de Bote es, como diría Paul Lafargue, otro escritor y activista político del siglo XIX, una bellaquería. Conocido, sobre todo, por su brillante librito El derecho a la pereza, Lafargue también terció en la polémica.
Ha querido asimilarse equivocadamente la lucha darwiniana que sostienen los animales entre sí para procurarse los medios de subsistencia y de reproducción, con la que se ha desencadenado entre los burgueses para el reparto de riquezas. Las cualidades de fuerza, valor, agilidad, paciencia, ingenio, etc. que aseguran la victoria al animal, son parte integrante de su organismo, mientras que la propiedad, que proporciona al burgués una parte de las riquezas que ha producido, no está incorporada al individuo. Esta propiedad puede aumentar o disminuir y proporcionarle, por lo tanto, una parte mayor o menor de riqueza, sin que tal aumento o disminución sean motivados por el ejercicio de sus cualidades físicas o intelectuales. Todo lo más, podría decirse que la bellaquería, la intriga y el chalaneo, en una palabra, que las cualidades mentales más inferiores permiten al burgués apoderarse de una parte mayor que aquella que le autoriza a percibir su capital: en este caso estafa a sus colegas burgueses. Si la lucha por la vida puede ser, pues, en muchas circunstancias una causa de progreso para los animales, la lucha por las riquezas es una causa de degeneración para los burgueses. (Paul Lafargue: Por qué cree en Dios la burguesía, Júcar, Madrid, 1980).

En fin, para amenizar la sesión, les dejo la bonita canción "Somos madres, mantenemos nuestra casa limpia y pura",
entonada en un mitin del PP valenciano: "Somos madres, mantenemos nuestra casa limpia y pura, como todos, trabajamos sin desdén, no hay duda alguna, choferesas, enfermeras, cocineras y modistas, pedagogas, cantantes y hasta artistas, cuentacuentos, albañil y economista. Somos madres. Alguna cana en nuestra sien se nos asoma y lloramos cuando hijo ya mayor nos abandona, nos engaña recibir alguna flor y un achuchón, pero más nos gusta un bolso de Vuitton, sin hacer más comentarios. Somos madres, somos madres, somos madres". Escúchenla aquí:
Hay gente pa tó.

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