Nadie sabrá nunca la fuerza de mi amor por ti. Después de todo, eres el único que sabe cómo suena mi corazón desde dentro.
Hoy me uno al carnaval de blog de Trimadre a los Treinta para formar un diccionario sobre la maternidad. Lo primero que quiero hacer es felicitarla por la iniciativa, que me parece que va a ser todo un éxito. Y ahora paso a poner mi granito de arena estrenándome con la letra P de Protección (instinto de).
A menos que el embarazo sea fruto de un desliz, el instinto de protección aflora en cuanto empiezas a ser consciente de que quieres ser madre. Antes de quedarte embarazada, es posible que mires con desdén a aquellas mujeres en estado de buena esperanza que siempre se están tocando la tripa. Sin embargo, un día resulta que te enteras de que estás embarazada y, otro día cualquiera, pero no muy lejano al anterior, te sorprendes a ti misma tocándote la aún-no-barriga. Pues, amigas, justo ahí empieza a manifestarse ese instinto de protección.
Aún no ha nacido, aún no sabes si será niño o niña, probablemente aún no te hayas parado a pensar en qué nombres te gustan más… pero tu mano ya anda protegiéndole. Esto se intensifica a medida que la tripa va en aumento. Llega un día en que te vuelves a sorprender a ti misma tocándote la ya-sí-gran-barriga con las dos manos porque con una no la abarcas entera.
Este instinto de protección se exterioriza hacia el mundo de puertas para afuera con un remarcado “¡ay, pobre!” cada vez que un bebé llora desconsoladamente o un niño se cae delante de tus narices. Entre las cuatro paredes de casa, el instinto de protección empieza a notarse cuando lloras desconsoladamente (esta vez tú, no el niño) ante cualquier noticia desagradable en la que se vean implicados bebés o menores. Al principio piensas que serán tus hormonas, pero no, éste es el principio del resto de tu vida.
El instinto de protección lo tienen todos los animales en mayor o menor medida. Creo que todo el mundo sabe lo peligroso que es acercarse a una hembra recién parida, ya sea la gata del vecino o tu propia perra, si no eres bienvenido por ella. Hay incluso especies en que la madre da su propia vida por salvar la de sus retoños. Y tú, amiga, perteneces a una de esas especies.
En cuanto te ponen a tu bebé en tus brazos, te das cuenta de dos cosas. Una, ese amor que experimentas es único e irrepetible, no se parece al amor que le tienes a tus padres, ni a tus hermanos, ni a tu marido, ni a tu perro. Ese amor es único, dura para toda la vida y no se puede explicar con palabras. Si tú, que me lees, eres madres, sabes de lo que te estoy hablando, pero seguro que, como yo, no puedes explicar con palabras el alcance de ese amor.
La segunda cosa que sabes es que le protegerás con tu propia vida si fuera necesario. No quieres que ese pequeño ser tan frágil que tienes en tus brazos sufra daño alguno, ni físico ni psicológico. Y te sabes dispuesta a todo por evitarlo. Es el instinto de protección que, una vez más, aparece para quedarse.
CONTRAS:
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En su justa medida, el instinto de protección está bien y es necesario. Pero hay una línea muy fina y casi inapreciable entre proteger y sobreproteger a tu hijo. A veces, las madres (y padres también) tenemos que hacer un gran esfuerzo por dejar hacer a nuestros pequeños, aún a sabiendas que se equivocarán. Es un gran acto de fe (porque esperas que aprendan de sus errores) y de amor (amarles es dejarles ser ellos mismos tomando sus propias decisiones).
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Yo ya no puedo ver una película del fin del mundo (tómense como ejemplos Soy leyenda, La hora más oscura o Armagedon) sin que se me rompa el corazón pensando en todos los bebés y embarazadas.
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Las noticias de abusos a menores me afectan enormemente. Tanto que muchas veces tengo que cambiar de canal o dejar de leer la noticia porque lloro. Y lloro amargamente con rabia contenida.
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Ahora voy por la vida viendo peligros. Peligro en ese enchufe que no está tapado, peligro en ese paso de cebra que no está bien señalizado… miedo me doy cuando los Trastos tengan 15 años y empiecen a salir por las noches. Menos mal que seguro que ahí está el Tripadre para frenarme un poco y no dejarme caer en el primer contra (nota mental: preguntarles a mis padres cómo leches lo hicieron ellos).
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Me he posicionado totalmente en contra del aborto como medida anticonceptiva. Si has tenido narices para hacerlo libremente y sin protección y porque te apetecía, ahora tienes que apechugar con las consecuencias, aunque haya sido por un calentón. Y digo esto pensando tanto en el chico como en la chica, que para hacer un bebé hacen falta dos.
PROS:
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Sé que mis hijos van a tenerme ahí para lo que ellos necesiten. Quizás unos pasos más atrás, pero lo suficientemente cerca para correr a su lado si me llaman.
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Este instinto de protección me hace ser mejor madre y también mejor persona. Hay injusticias y abusos por los que no paso. No pasaba antes, ahora menos.
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Espero que no sé dé nunca el caso, pero me veo perfectamente capaz de todo con tal de proteger a mis hijos. Puedo enfrentarme al mundo si hace falta.
Todo lo dicho aquí, lo he dicho en femenino porque es la parte que me toca, pero también se aplica al género masculino. Los padres también tienen este instinto, aunque a veces se manifieste de otras maneras. Lo veo a diario en el Tripadre (aunque no llore viendo Soy leyenda al pensar en los pobres niños, jejeje).
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blog iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.