Hoy es viernes y “me toca” hablar de juguetes. Hasta ahora he hablado de algunos que nos han gustado mucho en casa, pero no todo es así. Hoy os presento a mi examigo el juguete de las bolas voladoras, traído a casa por los Reyes Magos la primera Navidad del Mayor por expresa petición de los padres de la criatura.
El juguete, visto en la tienda, parecía de lo más divertido. Un motor impulsa las bolas hacia arriba, vuelan en el aire para luego caer en la bandeja amarilla y, después, introducirse por el agujero volviendo al juguete en cuestión y repitiendo el ciclo entero. Tan curioso nos pareció, especialmente que las bolas cayeran de nuevo en el artilugio, que se lo pedimos a sus Majestades de Oriente en nombre de nuestro bebé de 7 meses.
Llegó la mañana de Reyes y, aunque el Mayor aún no se había enterado de lo que era aquello, el Tripadre puso manos a la obra y lo montó y le puso las pilas necesarias para que aquel cacharro funcionase. Y funcionó, vaya si lo hizo. Y las bolas, lejos de caer en vertical en la bandeja pensada expresamente para recogerlas, llenaron el suelo. Venían unas cuatro o cinco, pero aquello parecía una de esas máquinas que dispara pelotas de tenis.
Eso sí, nuestro bebé estaba encantado con su juguete nuevo. No sé qué le gustó más, si el ruido del motor (las bolas salen hacia arriba por un chorro de aire), las bolas subiendo y bajando, verlas caer al suelo o contemplar cómo sus padres buscaban y recogían las bolas que rodaban por el suelo (a turnos, eso sí).
CONTRAS:
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Es un juguete algo grande, pero se guarda fácilmente porque la bandeja recoge-pelotas es desmontable.
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El motor hace ruido. Yo a los cinco minutos acabo con él metido en los oídos para un buen rato.
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Como he dicho, las bolas tienden a no caer en la bandeja la gran mayoría de veces. Lo que implica, como ya he dicho, tirarse al suelo a buscarlas.
PROS:
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A pesar de los contras, es un juguete que a los niños les encanta. Para hacer honor a la verdad, es entretenido ver subir y bajar las bolas. Además, tanto dichas bolas como el juguete tienen colores bastante llamativos.
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El tubo por donde entran y salen disparadas las bolas es transparente, lo que le permite al niño ver lo que ocurre dentro del cacharro.
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Es mejor que sea el propio niño quien se encargue de recoger y meter las bolas dentro del juguete.
Como veis, yo no le tengo mucho aprecio a este juguete en concreto, pero mis hijos sí. Pero creo que os he dado una visión bastante completa de lo que debéis esperar de él si decidís pedírselo a los Reyes o regalarlo en un cumpleaños.
El de la foto es de la marca Playskool y supongo que, por cuando se lo regalaron al Mayor, debe estar catalogado para niños a partir de 6 meses. Siento no poneros la ficha técnica del juguete, pero no la he encontrado. No sé si es que ya está retirado o ha sido sustituido por otros afines. En cualquier caso, que lo dicho aquí podría aplicarse a cualquier otro juguete lanza bolas.