Internet y la comunicación digital en masa han transformado múltiples espacios y dinámicas tanto de la vida cotidiana como de otros procesos a gran escala. En política, se habla cada vez más de cambios de paradigma que están obligando redefinir los conceptos clásicos de democracia, liderazgo político, representación y participación. No cabe duda de que la era digital ha llegado para transformar todos estos campos y obligarnos a pensar qué niveles podemos alcanzar gracias al volumen de datos, la hiperconectividad y la información instantánea.
De la democracia representativa a la democracia de audiencias
Analizar conceptos como la democracia o el liderazgo, a la luz del contexto de la digitalización, nos lleva a un escenario claramente muy lejano del ágora griego, la efervescencia de los discursos y partidos políticos o el protagonismo de grandes corrientes ideológicas moldeando el mundo de esquina a esquina. En contraste, los medios de comunicación, las redes sociales y los demás elementos que caracterizan esta era, han venido perfilando aquello que a mediados de los noventa el politólogo Bernard Manin denominó como la democracia de audiencias.
Según el autor, este tipo de democracia se caracteriza por el protagonismo personal y cada vez más excesivo de los líderes políticos. Así, se ha dejado de lado, paulatinamente, el peso de los partidos políticos y más bien, estos se han convertido en meras herramientas de posicionamiento o vitrinas de los líderes, que en verdaderos centros de pensamiento y representatividad.
De este modo, las figuras de los líderes, su visibilidad, su imagen, lo que dicen, hacen o niegan, es lo que finalmente moviliza al electorado. La democracia de audiencias, se caracteriza entonces porque la gente vota, más que por ideas o partidos, por personas y figuras públicas que se supone, encarnan un proyecto político determinado. Esto se traduce en un liderazgo político absolutamente personalista que, a través de las emociones, los medios masivos de comunicación y otras estrategias comunicativas, capta la atención del electorado a su favor.
Personalismo en política
El nuevo paradigma democrático-representativo, obliga así a pesar cuáles son ahora los canales de comunicación por excelencia entre representantes y representados o entre candidatos y votantes, y, sobre todo, cómo usarlos en beneficio de la democracia. Si bien mediante diversas reflexiones, como la misma que propone Manin, se ha llamado la atención sobre, cómo esta nueva era de la democracia de audiencias establece una enorme brecha entre los ciudadanos y los políticos, dada la excesiva delegación y desatención de los problemas públicos. Lo cierto es que estos nuevos canales, tales como los medios de comunicación masiva, y más recientemente las redes sociales, pueden cumplir un papel bastante interesante que, en cierta medida está lejos de lo que señala el autor.
Decimos parcialmente lejos de lo planteado por Manin porque, si bien es cierto que el ciudadano actual se ha despreocupado de los asuntos públicos, esto se debe en mayor medida al hartazgo de la política tradicional y de las ideologías. No obstante, podríamos afirmar que en lo que respecta al accountability o la vigilancia ciudadana de candidatos y políticos en relación a temas de agenda y gestión, los medios de comunicación y sobre todo las redes sociales son grandes tribunas alrededor de las cuales transcurre diariamente el devenir político. Sin duda, hoy en día es más difícil pasar desapercibido si se toman malas decisiones o si hay mala gestión.
Medios de comunicación y redes sociales, un nuevo escenario de liderazgo
Claramente, esto tiene diversas aristas de análisis que deben ser consideradas con suma cautela. Por ejemplo, por un lado, centrándonos en las redes sociales, estas plataformas han servido para crear una nueva forma de ejercer el liderazgo y hacer política, generándose un espacio más íntimo y personal entre cada elector y candidato o entre cada ciudadano y gobernante. Además de propiciar vínculos más estrechos, tanto los gobiernos como candidatos, pueden acceder, a través de las redes, a un conocimiento detallado de las necesidades, intereses y tendencias de la ciudadanía. Esto, aunque quizá se evalúe como superficial o perjudicial para la libertad, realmente puede tener amplios usos a la hora de implementar políticas públicas o de administrar un territorio de manera eficiente y transparente.
Otro elemento, tiene que ver con la inclusión-conexión con diversos colectivos. Por ejemplo, antes de las redes sociales, llegar a públicos como los jóvenes, minorías, colectivos de diversidad, inmigrantes y otros votantes, era mucho más complejo. Hoy en día, las redes sociales permiten generar una interacción más espontánea entre estos diversos sectores y los gobiernos/candidatos, de manera que puede incluso hablarse de construir agendas más cercanas a las personas reales, aunque se interactúe de forma virtual.
Muestra de ello, es la forma en que líderes actuales como la senadora demócrata Alexandria Ocasio-Cortéz, usa redes como Instagram y Twitch para interactuar con su electorado, en su mayoría, jóvenes estadounidenses de sectores afroamericanos, inmigrantes y mujeres. De esta manera, a través de su cuenta, la senadora establece un trato bastante cercano con sus seguidores, mostrando momentos de su día a día, de sus interlocuciones en el congreso e incluso de su vida privada. Ella y su equipo usan su perfil como el de influencer más, aspecto que no sólo mantiene a flote su popularidad, sino que, además genera una imagen fresca y cómplice constantemente, es decir, una mujer de carne y hueso que trabaja arduamente para sus electores.
Ahora bien, si a esto sumamos lo que señalan estudios recientes sobre neuropolítica y neuromarketing acerca de la importancia de las emociones en política, encontramos que antes que absolutamente negativas para las democracias, las redes sociales y los medios de comunicación, seguirán siendo por excelencia el nuevo escenario de discusión y transformación de la política.
Con esto, no estamos desconociendo que claramente pueden darse usos non sanctos de estas herramientas, asociados a la manipulación, la difusión de fake news, o el posicionamiento de intereses privados por encima del bienestar colectivo. Ahora bien, sin desconocer que eso está a la orden del día y que debe vigilarse atentamente, también es verdad que, por estos riesgos no debería estigmatizarse todo el potencial ciudadano y democrático que tienen estas nuevas herramientas de comunicación para construir lazos de representatividad y por esa vía democracias modernas más sólidas y fluidas.