“Habitamos un mundo que difiere radicalmente en sus mentalidades políticas, perspectivas emocionales y estructuras económicas del mundo que existía hace apenas dos décadas”. Sabe mucho Pankaj Mishra, quien nos habla de la Historia como un choque entre historias que aspiran a reconocerse, escribe en El País [La memoria de Birmingham, 06/10/2024], la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán. Ese choque lo vive estos días Birmingham, ciudad por donde paseo, cuyos ciudadanos muestran orgullosos como la cuna de la Revolución Industrial. Esta semana, también acoge el congreso anual de los tories, y a muy poca distancia de los furiosos delirios de los cuatro candidatos que aspiran a liderar a los conservadores británicos, en la esquina de Inge Street y Hurst Street, resiste un peculiar conjunto de casitas. Empequeñecidas por las grandes moles de acero y cristal que las rodean, aún cuentan una historia valiosa: la suya, que es la de Birmingham.
El número 15 de Inge Street es uno de los últimos corredores de casas adosadas conservados en el Reino Unido, la forma más común de vivienda de la clase obrera durante el siglo XIX y parte del XX. Un solo patio interior constituía el espacio compartido para jugar, lavar, tender o ir al baño de las 60 personas que podían llegar a habitar sus apenas 11 diminutas casas. Lo cuenta Jane, la elegante dama de 70 años que lidera la visita. Ella misma creció en una de estas casas y mezcla el orgullo con la nostalgia en su esfuerzo por mantener vivos los recuerdos de muchas vidas y de la propia identidad de Birmingham. Hoy, cuando la mentira campa a sus anchas, Jane sabe que los hechos que forman parte de la experiencia vivida dependen de la memoria para existir. La mayoría de guías tienen entre 60 y 80 años, y reivindican lo vivido por la gente común como algo tan digno de contarse como la historia de los gobernantes y las élites. Mientras los conservadores chapotean en las fantasías de grandeza imperial como viejos zares, prometiendo mano dura contra la inmigración, Jane nos habla de la ciudad de los mil oficios, de su mestizaje. Aún hoy sigue siendo una de las ciudades más multiculturales del Reino Unido, pero Birmingham ya lo era a mediados del siglo XIX, cuando recibía a gente del sur de Italia, Rusia, Polonia o Irlanda, y más tarde desde el Caribe, la India, China y otras partes del mundo.
Mientras la candidata conservadora señala con sus uñas pintadas a las minorías sexuales, étnicas o raciales como origen de todos los males de Occidente, muy cerca, en este mismo corredor convertido en lugar de recuerdos, Jane cuenta cómo en 1851 en estas casas vivía ya una comunidad mezclada. Sin demasiado apego por su origen nacional o de clase, este grupo de abuelos, padres e hijos que decidieron rescatar la hilera de casitas del 15 de Inge Street, ha colocado con naturalidad en su fachada una bandera en apoyo de la comunidad trans. Los caóticos cambios de la ciudad los sitúan hoy en pleno centro del Gay Village, en el mismísimo corazón del barrio chino. Viajar al pasado nos orienta en el presente, nos da un lugar desde el que mirar al mundo. Hoy, en Birmingham, unos y otros cuentan historias, pero mientras Jane y los suyos lo hacen con honestidad, procurando comprender los cambios drásticos que ha vivido su propia calle, hay quien miente para seguir viviendo la inevitable transformación del mundo de ayer como una insoportable agonía. Máriam Martínez-Bascuñán es politóloga.