Aunque hoy leamos que «no es que no», no duden de que en un mes o el siguiente ese no rotundo se transforme en un sí negociado. Ahora estamos en el insoportable ring político-mediático de tú-a-mí-no-me-tienes-que-decir-lo-que-tengo-que-hacer y manda más el postureo que el mercadeo. Aunque se lleven a matar de cara a la galería, las diferencias entre el PP y el PSOE ya son mínimas a estas alturas de la democracia y todo, absolutamente todo, es posible. Yo me abstengo en tu investidura y tú gobiernas en minoría cumpliendo punto por punto los cuatro asuntos de Estado que hemos pactado y firmado a tres bandas junto a Ciudadanos. Así de simple.
Lo mismo sucede con Podemos. Por ahora todos enseñan los dientes y colmillos para goce y disfrute de las bases militantes, pero cuando llegue la hora de la verdad los puños en alto bajarán y las líneas rojas se convertirán en una autopista de triple carril rumbo al poder, que parece que es lo único que les importa. Así que menos demagogia, menos cultura del miedo y menos pánico televisivo a cuentagotas. Cuando el plazo para convocar las elecciones generales llegue a su fin, surgirán reuniones y contrarreuniones hasta altas horas de la madrugada para alcanzar un acuerdo que ahora vemos imposible. Incluso quitando primeros espadas… Eso creo. Lo mismo sucedió en Cataluña, que estuvo meses mareando la perdiz y en solo 24 horas apartó al intocable Artur Mas y se sumió en la urgencia de poner como fuese a un president. Ahora lo tiene sin cortarse el pelo y sin saberlo dos días atrás.
Mucha paz y ciencia. Y, sobre todo, mucha política de altura. Que de mediocridad y macarrismo político estamos más que hartos.
Relacionados:
- Entre chamusquinas y equilibrios
- Pasada de frenada de Pablo Iglesias: «Que existan medios privados ataca la libertad de expresión»