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Del olvido nacieron flores

Publicado el 22 enero 2011 por Luzmar

Gabriela siempre fue la más callada de la casa, aún en las situaciones más difíciles de su vida, como cuando la violencia
le arrebató sus 3 hermanos se le oyó pronunciar palabra alguna; palabras de consuelo, palabras de tristeza, jamás salieron de su boca.
Vivía con su madre, Josefina Barreto, mujer de 45 años, agotada por sus años, su marido le había robado lo mejor de su alma y en muchas ocasiones sus hijos le rompieron el corazon. Sin embargo era una mujer de grandes valores, criada a la usanza y con principios católicos muy marcados, fue una mujer ejemplar, tales de allí Gabriela había aprendido el valor del silencio, la gratitud y sobre todo el servicio, sus ojos tristes siempre fueron el referente para que todos quienes se las encontraba en los caminos les dijera que cada día eran más parecidas.
Su padre marco Loreto, era un hombre tosco, rudo, siempre tenía una palabra a la mano para descalificar cada acción de las personas que lo rodeaban, desde la muerte de sus hijos sentía que su mundo había terminado; no tenia quien "perdurara su apellido", y en sus momentos de manifiesta locura ofrecía la "dignidad" de sus hijas al mejor postor, a quien le ofreciera un
trago, a quien le ofreciera dinero, muchas veces cumplió con su palabra, fue así como cada una de sus hijas termino entregando lo mejor de su vida, al desconocido de turno con quien su padre aparecía; sabia que criar solo a 5 hijas y lidiar con una esposa no sería tarea fácil, se había entregado al alcohol y siempre se le veía acompañado por malas amistades: ladrones, usureros, melandros y prostitutas del pueblo, a quienes erróneamente consideraba su verdadera familia. A pesar de todo Gabriela lo respetaba, por boca de su madres sabia que "honrar padre y madre" era algo que Dios algun día pagaría bien, talvés con un buen marido.
Entre tanto sus hermanas siempre alegres, veían la vida con otros ojos, hablaban de los novios, pretendientes y amantes que a su vida llegaban, todos en busca de algo más que "amistad", a ellas nunca les importo, eran las niñas más buscadas del pueblo y de eso todo el mundo hablaba.
Fue la noche del 14 de julio, cuando aquella niña que siempre había respetado a su padre y siempre había mostrado gran interés por la vida de sus hermanas mayores supo lo duro que es ser mujer en un mundo de hombres, escucho susurros
y respiraciones agitadas en la habitación de su hermana Herlinda, se sintió atraída y hasta curiosa por lo que allí sucedía, no dudo en acercarse a la puerta entre abierta, cuál fue su sorpresa al ver a su padre acariciando a su Herlinda sin dejar escapar cada parte de su pequeño cuerpo, Gabriela mando la mano a su boca para no gritar, no entendía como ese hombre por quien no sentía sino respeto era capaz de hacer acto tan degradante, una cosa era traer a sus amigos borrachos para divertirse con sus hijas y otra era que el mismo lo hiciera.
Ante tal revelación fue ella misma quien al siguiente día pregunto a su hermana por el acto cometido la noche anterior, pero su respuesta la dejo aun mas perpleja, pues Herlinda veía en el sexo algo muy normal, placentero, gratificante, sin importar de donde viniere, criticando a su madre por no brindar a Marco el placer que toda esposa debe regalar a su marido, muy pronto la visión que Gabriela tenia de la vida cambio por completo, entendió que quien sobrevive en esta vida es el mar fuerte y ella no lo era, por lo tanto terminaría sucumbiendo a los amigos perdidos de su padre y a las pilatunas de sus hermanas.
A sus 16 años de vida, tenía muchas historias que contar, cada una más triste que la otra, cada hombre que había pasado por su vida, dejo una cicatriz imborrable, de esas que te taladran en el cerebro hasta el fin de nuestros días, pero a ella poco le importaba, hasta el día en que descubrió que dentro de ese cuerpo tan conocido en el pueblo, crecía una nueva vida, estaba embarazada,
pronto seria inocultable, pronto tendría que dar explicaciones en su casa por tamaño error, pronto seria el asme reír aquellas señoras del pueblo, que llevadas por el desprecio la escupían cada vez que la veían.
Ante sus constantes mareos, exceso de apetito, un desmayo tras otro y la ausencia del periodo menstrual que su madre tan celosamente controlaba con almanaque en mano, todo se supo, gritos iban, gritos venían, todos en reproche por tan grande descuido, lo más grave era que ante tanta pobreza, no hubiera un nombre a quien achacarle otra boca más que alimentar, no hubiera alguien quien asumiera de allí en adelante la manutención de Gabriela y la crianza de ese hijo "nacido del pecado" como solía decir Josefina, eran tantos los hombres que por su vida habían pasado que era difícil saber quién era el padre.
Marco obro de la única manera que sabía, con la rudeza y violencia de los hombres que se dedicaron a criar ganado y sembrar para ante la ausencia de estudio; Cogió a Gabriela del pelo, la arrastro por toda la casa gritando improperios y maldiciones, hasta llegar a la entrada del rancho, la monto en su carreta y la dejo en la plaza del pueblo en medio de los pordioseros, de allí
en adelante ante la mirada atónita de sus madre y hermanas, nunca se volvió a nombrar a Gabriela en esa casa, nunca se hablo de sus dificultades, nunca se supo como gano la vida, ya que con una "barriga" por delante ningún hombre quería estar con ella, y esa era la única forma que conocía para conseguir lo que quería.
Dormía donde le cogía la noche, en la plaza, en las afueras de los restaurantes donde le daban sobras, en el atrio de la iglesia, allí era donde más le gustaba estar, pues era cálido y junto a Cristo siempre se sintió acompañaba, pero no todas las veces el cura Rómulo estaba de buen genio para brindarle tal regalo, muchas veces incluso durmió en la pesebrera del pueblo, cual virgen María, ella lo recordaba y se reía, fue hasta la noche de fiestas patronales cuando Gabriela sintió que el mundo se derrumbaba, tenía dolores tan fuertes que sus piernas temblaban y no le permitían caminar, fue entonces cuando Úrsula Copete, criada de los Albornoz, la encontró jadeando como perro rabioso y gritando maldiciones al Dios que sentía la abandonaba aun mas, como pudo la llevo donde la partera, quien a regañadientes atendió el parto, no fue una noche fácil, pues esa niña que tanto se había hecho esperar no tenía ganas de llegar al mundo, fue solo el 16 de septiembre, cuando quiso ver la luz del día, llegaba al mundo robando la vida de su propia madre, pues Gabriela no resistió tanto dolor, no aguanto tanta espera, falleció al dar a luz a su hija, murió sin el perdón de su madre, murió sin el amor de su padre, entrego al mundo y a los hombres lo mejor de sí y no recibió nada a cambio, no conoció la alegría, y si la conoció jamás lo menciono.
Hoy 15 años después María de los Ángeles como se llama su hija, se encuentra recluida en el convento del pueblo, al cuidado de las monjas clarisas, dispuesta a cambiar la historia de su madre y a no cometer esos errores que la dejaron muerta en vida.


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