ATELIER
Nos cuesta rozar con los dedos
anhelos de trascendencia,
formas resplandecientes,
puras bajo la luz matinal.
O en noche profunda
cuando la ciudad respira
calma como nido de avispas.
Si caminando por el suelo
lleno de cenizas del taller
todo lo observábamos de mano
del artista, la luz movediza
en los techos y espejos
hacía intuir
la fértil proximidad del mar.
Entonces, entonces
peinando y pintando
dulces momentos
en la hora acostumbrada,
tendríamos suficiente
motivo para sonreír
y adorar anillos con serpientes,
descanso
de quien sabe que lo aguarda
tras el umbral la nueva vida
con escamas púrpura
adheridas a la piel.
Como el pintor que faena
en el taller, el viejo sabio
que lleva mi nombre me ha hecho pasar.
Xavier Rodríguez Ruera (1975)
poeta español