El morbo de ver a Cristina de Borbón en el banquillo por corrupción muestra algo muy positivo: ese delito comienza a pagarse en España y, casi como en la obra de Francisco de Rojas “Del Rey abajo, ninguno”, se investiga a una Infanta, hija de Reyes Eméritos y hermana del monarca Felipe VI.
Y las denuncias permanentes contra la corrupción del PP, en especial el PSOE, que tapa así sus 3.000 millones de euros de los EREs andaluces, hacen olvidar que esos corruptos son ya perseguidos por la justicia, y alguno está preso, como Francisco Granados.
Sin embargo, ningún cargo importante del socialismo-sindicalismo andaluz lo está también, ni tampoco el presidente catalán Jordi Pujol ni sus familiares, de los que se calcula que acumularon delictivamente otros 3.000 millones de euros.
En las familias reales de Dinamarca, Suecia, Holanda y Reino Unido, hubo casos de negocios ilícitos y explotación de los apellidos como hicieron los Urdangarin-Borbón, y nadie acabó, como en España, en el banquillo; y las coronas siguieron tan firmes como siempre.
El caso “Nóos” que afecta a la Infanta es el más mediático visto nunca en los tribunales españoles y una verdadera lección: sólo el Rey sigue manteniendo inmunidad desde el medioevo, como advertía Don García reafirmando su honor ante Alfonso XI en la obra del Siglo de Oro.
En los últimos cuatro años se han reformado las leyes españolas. Los corruptos se enfrentan ya a persecuciones y penas que antes no existían o no tenían consecuencias.
Además, el corrupto lo tiene muy difícil ahora: hasta quien te corrompe te graba secretamente para denunciarte cuando le convenga.
Aunque nos asombre, el país está depurándose. Seguramente sólo por miedo y no porque quiera mantener su honor impoluto, como Don García.
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SALAS