¿Qué es lo que realmente mató a Botín? Él mismo nos lo dijo: su enorme preocupación por el auge que parece irresistible de Podemos y las turbulencias separatistas de Catalunya. El procónsul norteamericano estaba realmente inquieto. Tan inquieto que ese aparentemente indestructible corpachón de tractorista se hallaba ya al límite de sus posibilidades. Cada día, el hombre, cualquier hombre, emplea, invierte, gasta, consume, un tanto por ciento de su energía vital, “l’elan vital” bergsoniano o la “force vital” emersoniana,como ustedes prefieran, en llevar a término sus tareas existenciales y hay una parte importante de ese impulso, de esa fuerza que, para nuestra desgracia, no se repone con la alimentación y el descanso, de manera que cada día nuestro propio trabajo, nuestro esfuerzo nos acerca un poco más a nuestra tumba por muy egregia que ésta sea. De modo que, cuando el otro día, Botín cenaba en Italia, algo, en su interior le advirtió que el fin ya estaba cerca y no le agradaron las perspectivas que vislumbraba desde su magnifica atalaya. Y es lógico también pensar que esas desagradables perspectivas colaboraron decisivamente en el final de su trayectoria vital. De modo que Botín regresó a casa con un presentimiento fatal, que, desgraciadamente para él, se verificó. Todo ese andamiaje ficticio en el que los nuevos Estados nacionales se fundamentan por la simple erosión del tiempo han comenzado, como tan tantas otras veces, a tambalearse. Es otra vez el pequeño, insignificante descubrimiento de ese investigador sociopolíticoeconómico que fue Marx: el materialismo dialéctico. Todo lo que es vida, ya sea meramente animal o más o menos superestructurado como el devenir social, económico o político, está sometido a unas leyes internas tan rígidas en su funcionamiento como las leyes físicas. O sea que el insoportable estiramiento de la resistencia física de las condiciones sociológico políticas que soporta el proletariado, científicamente, llegan por sí mismas a su propio límite y entonces se produce inevitablemente la ruptura del “statu quo” político de cualquier manera, depende de las concretas circunstancias históricas, y un animal político tan esencialmente intuitivo como Botín lo sabía. De modo que su rústico corpachón de campesino quebró y el infarto se lo llevó para adelante como a tantos otros superhombres modernos. El problema es cómo sus herederos sociopolíticos van a administrar su herencia. Hemos de admitir forzosamente que el luto le sienta muy bien a Electra, quiero decir a Ana Patricia. No se le ha movido un sólo músculo con la aparente tragedia. Yo, por lo menos, no le he visto una lágrima ni ningún otro gesto de pena por la muerte de su progenitor que tanto ha hecho por ella, los falsimedia afirman que es la tercera mujer más poderosa del mundo. A lo peor es que no lamenta realmente la muerte de su padre sino que la estaba deseando, porque pensaba que el viejo ya chocheaba un poco puesto que había empezado a invertir recursos en algo que, desde el punto de vista del poder, es absolutamente improductivo: construir una especie de aeropuerto supersónico en una finca de recreo. Ella no lo hubiera hecho nunca, primero, por su descaro como provocación innecesaria, segundo, por la pérdida que supone de tiempo y de dinero. Ella nunca ha hecho nada tan inútil desde ningún aspecto, apenas si ha tardado unas pocas horas en hacer lo necesario para sustituir a su padre en el puente de mando. Dicen que es una mujer absolutamente enigmática, de la que nunca se sabe lo que realmente piensa. Si es así, todo eso del color rojo en la vestimenta y de la presencia casi continua en los círculos evidentes en los que habita el auténtico poder habrá pasado a la historia. La verdad es que yo estoy un poco preocupado porque considero un enemigo mucho más poderoso para Pablo Iglesias esta mujer que aquel espectacular viejo que no dudaba un instante en darse un par de vueltas en bicicleta con el ínclito Fernando Alonso.