La mayoría de los datos sobre Remigio nos ha llegado gracias a la "vita" escrita por San Hicmar (21 de diciembre), escrita en el siglo IX, y al parecer, a partir de otras anteriores que no se conservan. Otros datos, más certeros, los aportan otros escritores, como veremos más adelante. Se conserva también una "vita" en verso escrita por San Venancio Fortunato (14 de diciembre).
Fue Remigio hijo de Emilio y Santa Celina (21 de octubre, 5 de abril, traslación de las reliquias), y su hermano mayor fue San Principio (25 de septiembre), quien sería obispo de Soissons. Nació Remigio en la vejez de sus padres, y la leyenda dice que el eremita ciego San Montano (3 de septiembre), que vivía en los bosques de La-Ferté, tuvo una revelación en la que un ángel le revelaba que pronto nacería un niño que se llamaría Remigio, que traería la paz y la verdadera religión a los reinos francos. Su madre se llamaba Celina. El eremita entonces se puso en camino y comenzó a preguntar por una tal Celina. Al hallarla, Celina no creyó lo que le decía, pues hacía años esperaba otro hijo y no lo había obtenido de Dios. Entonces Montano le dijo: "Tendrás un varón, y cuando le estés amamantando, volveré y de la leche de tus pechos pondrás una gota en mis ojos, y to volveré a tener luz en ellos". Y así pasó. Nació el niño en 435, el eremita fue sanado, y Remigio creció en gracia y santidad, siendo educado por Santa Balsamia (4 de octubre).
Remigio fue ordenado presbítero en 457. La leyenda dice que ese mismo año, estando en la iglesia de Reims, en la elección del nuevo obispo, después de la muerte del obispo Bernage. En ese momento, un rayo de sol entró por una ventana e iluminó el rostro de Remigio, transfigurándolo, ante lo cual, el clero y el pueblo le aclamaron como obispo a pesar de su corta edad. Pero pasaron por encima de este impedimento canónico y le preconizaron obispo. Para ser honestos, la influencia de su poderoso hermano, obispo de Soissons fue más determinante que el supuesto rayo de sol.
San Sidonio Apolinar (21 de agosto), un interesante personaje amigo de las alabanzas, dice haber copiado los sermones de San Remigio, gracias a que su secretario pidió prestado un tomo de ellos y los copió y se los regaló. Se deshace en elogios sobre su elocuencia, autoridad, conocimiento de las Escrituras y la correcta fe católica: "Todos están de acuerdo en que en la actualidad pocos hombres son capaces de componer sermones como estos. De hecho, sería difícil encontrar a alguien que uniera tal habilidad en la disposición de la materia, la elección de la expresión y la disposición de las palabras (…) El lenguaje se desliza hasta el final con facilidad, dando la misma sensación placentera que cuando la uña se desliza sobre un cristal o cornalina, sin topar una rugosidad o notar un defecto". Pero probablemente, dichos sermones nunca existieron y solo son un halago a Remigio, ya en el cielo, o solo Sidonio los conoció y se perdieron, pues nadie más se refiere a San Remigio como un adalid de la oratoria. Por su parte, San Gregorio de Tours (17 de noviembre) le describe como un hombre altísimo, de porte majestuoso y elegante, de barba gruesa, manos fuertes y paso lento y pesado. De San Remigio se cuentan numerosos milagros, la mayoría provenientes de la vida fabulosa que escribió San Hincmar. Se dice que en una ocasión el demonio inició un incendio en Reims, entonces San Remigio se acercó al fuego, hizo la señal de la cruz y las llamas se retiraron. Avanzó el santo y continuó haciendo la señal de la cruz, a la par que el fuego retrocedía. Así, poco a poco, el santo llevó el fuego hasta un agujero, logrando sofocarlo y mandando tapiarlo para siempre.
Bautismo de Clodoveo.
En 496, los allemanni, una confederación germánica que llevaba tiempo atacando el Imperio Romano a orillas del Rin, cruzaron el río e invadieron los asentamientos de los francos en la orilla izquierda. Clodoveo acudió en ayuda de sus aliados y les atacó en Tolbiac, entre Aix y Colonia. La batalla se estaba decantando en contra de los francos, que vacilaban, y Clodoveo estaba preocupado. La común leyenda religioso-política de Francia dice que, antes de partir, Clodoveo había prometido a su esposa Santa Clotilde (3 de junio) convertirse a Cristo si salía victorioso. En medio de la batalla Clodoveo habría clamado: -"¡Cristo Jesús, a quien mi mujer Clotilde llama Hijo del Dios viviente, he invocado a mis propios dioses, y ellos se han apartado de mí; creo que no tienen poder, porque no ayudan a los que los invocan. Te invoco a ti, Dios mismo y Señor, si me das la victoria sobre mis enemigos, si encuentro en Ti el poder que el pueblo te proclama, creeré en Ti, y seré bautizado en Tu nombre!". Y las ternas se cambiaron en la batalla: los francos recobraron la confianza y la valentía, expulsando a los allemanni y logrando la victoria.A la vuelta de Clodoveo, Santa Clotilde, temiendo que este olvidara su victoria y promesa, mandó a llamar a Remigio para que catequizara y bautizara a Clodoveo. Remigio fue y Clodoveo se mostró pronto a convertirse, pero le fue sincero: -"Yo te escucharé voluntariamente, santo padre; pero hay una dificultad. La gente que me sigue no abandonará a sus dioses. Les reuniré, y les predicarás tu palabra". Y así se hizo. Remigio predicó a los nobles y fieles vasallos a Clodoveo, cuya mayoría se mostró dócil a la Palabra de Cristo. -"Abjuramos de los dioses mortales; estamos dispuestos a seguir al Dios inmortal que predica Remigio", fue la palabra que empeñaron muchos. Y alrededor de 3000 guerreros francos, sin embargo, permanecieron paganos, y abandonando a Clodoveo, comenzaron a servir al rey Ragnacar de Cambrai.
Clodoveo fue bautizado en la Pascua de 496, hecho que dio inicio a la cristianización oficial de los francos, que como todas fue progresiva y no exenta de polémica. El hecho lo recrea Hincmar, contándolo con lujo de detalles, como si hubiera estado allí. Es él quien crea la leyenda de que el rey Clodoveo, al ver lo espléndido del ritual, preguntara inocentemente a Remigio: -"¿es este el reino de los cielos que me has prometido?" "No" – respondió el santo obispo – "pero es la entrada al camino que conduce a él". También se inventó Hincmar el prodigio del aceite milagroso: Ocurrió que el presbítero que llevaba el crisma consagrado, fue no pudo llegar a causa de la muchedumbre, por lo que en el momento del bautismo no había ungüento sagrado. Entonces Remigio hizo una oración e, inmediatamente, una paloma blanca como la nieve, descendió del cielo llevando en su pico un frasco lleno de crisma. El santo obispo tomó reverente el frasco, roció el agua bautismal con el crisma y luego la paloma desapareció. Clodoveo y sus hermanas Albofleda y Lantechild, recibieron el bautismo, y tras ellos lo hicieron más de 3000 hombres, sus mujeres e hijos.
La Santa Ampolla.
Sobre este portento hay que decir que San Venancio Fortunato, que escribió su poema en 570 no dice nada del crisma celestial ni la paloma. Si hubiera sido cierto lo habría incluido, más cuando menciona otros portentos con animales, como que Remigio alimentaba a los gorriones de su mano, y estos no le temían para nada. Tampoco lo menciona Gregorio de Tours, ni aparece mencionado en las cartas que San Avito de Vienne (5 de febrero) o el papa Anastasio II, que escribieron a Clodoveo felicitándole por su bautismo. Lo dicho, que nadie antes de San Hincmar había dicho algo sobre tal milagro. Aún así, la leyenda se hizo popular y no solo eso, sino que se hizo más extensa al decirse que era la misma ampolla y aceite que usaban los reyes de Francia para ser ungidos en su coronación, pues el aceite se renovaba milagrosamente. Hasta la Revolución Francesa se usó. Luego del saqueo de la catedral el frasco fue roto, pero aún se conserva un trozo con una gota de aceite que se venera como reliquia en la catedral de Reims.San Remigio fundó la sede episcopal de Laon y nombró obispo a San Genebald (5 de septiembre), que estaba casado con una sobrina de Remigio. Genebald continuó casado y tuvo hijos con su mujer, pues, según la leyenda, no conocía que debía dejarla. Al saberlo abandonó la sede, pero Remigio aceptó su penitencia y le hizo volver a la sede. También tuvo problemas Remigio con San Falco de Tongeren (20 de febrero), el cual había ejecutado algunos actos de jurisdicción fuera de sus límites, probablemente por desconocimiento. San Remigio le escribió ácidamente "Si su paternidad ignoraba los cánones, es indecoroso por su parte transgredir los límites diocesanos antes de aprenderlos. Pero si acaso conocéis los estatutos de la Iglesia, lo más grave y peligroso es que por vuestra insensatez se transgredan los decretos de los antiguos y gloriosos pontífices. Cuidado, no sea que a causa de la intromisión en los derechos ajenos no pierdas los tuyos". También tuvo encontronazos con otros obispos a causa de una ordenación que Remigio había hecho solo por complacer a Clodoveo. Se trataba de Claudio, un favorito del rey, que vivió como buen presbítero mientras Clodoveo vivió, pero luego de ello comenzó a enajenar bienes de la Iglesia, acumulando una deuda considerable, habiendo, además, estafado a alguno. Los obispos Heraclio de París, San León de Sens (22 de abril) y San Teodosio de Auxerre (17 de julio) reprendieron a Remigio pues este, en lugar de apartarlo del sacerdocio, le perdonó todo. Remigio respondió con caridad, exponiendo que la ordenación había sido válida y, recordando como Dios había perdonado a los ninivitas cuando se arrepintieron, así él había dado la absolución al presbítero arrepentido.
San Remigio falleció sobre 532 y fue sepultado en la catedral de Reims. San Hincmar trasladó las reliquias a la bellísima abadía de San Remi, donde fueron venerados en paz hasta la Revolución Francesa. Los huesos del santo fueron enterrados en secreto en un jardín contiguo, y una vez llegada la Restauración, fueron recuperados por el mismo que los había sepultado, siendo trasladados nuevamente a la abadía, donde se veneran.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 1 de octubre además se celebra a
Santa Sidonia de Georgia, virgen.
San Suliau de Bretaña, abad.