La obsesión por retratar lo cotidiano y hacer masivo lo íntimo alcanza límites inimaginables en la sociedad red. Quizá desoyendo la máxima que con sensatez nos pide que no hagamos en la red lo que no haríamos en la calle, los usuarios se afanan en quedar constancia gráfica o escrita de su efímera existencia. Así, los perfiles de FB o Twitter se convierten un muro de lamentaciones donde se alojan secretos a voces o se plasma lo que, aparentemente, no querríamos que nadie viera ¿O sí?
A pesar de que la exposición digital hace que nuestros contenidos pasen a formar parte de la cloacas de la red nada más hacerlos públicos, perdiendo el control sobre los mismos, los usuarios suben información privada sin ser conscientes del alcance de tal acción ¿O sí? Un componente muy presente en la conducta humana, como es la envidia, está presente en esta digitalización compulsiva. Mostrar nuestro mejor perfil, nuestras últimas vacaciones o el coche de nuestros sueños podría ser un síntoma de baja autoestima o de necesidad de lanzar nuestra concupiscencia al ciberespacio. Y esta tendencia ya tiene nombre: el braggie (del inglés brag, presumir), o la necesidad de presumir ante nuestros contactos.alfonsovazquez.comciberantropólogo