(Fábula de señor juez que llegó a creerse dios)
Hubo una vez un juez,
Que creyó ser la Justicia
Y era tal su estupidez,
Tan grande su estulticia,
Que llegó a creerse Yahvé.
Dice ser quien no es,
y a quien cree ser no se parece,
y es tal el follón que se cuece,
que al final ni él es,
ni deja que otros sean
evitando así que vean
que lo que es ser,
él nunca lo fue.
En cuestiones de dinero
Más miserable que austero,
Más tramposo que ladrón,
Explota su situación
Con discurso lastimero
Buscando la compasión
De cualquier samaritano
Que pueda tener a mano
Y en tocando su corazón
Lo estruja con esmero
En éxtasis justiciero,
de justicia inenarrable,
suele perdonar al culpable,
condenar al inocente,
y con actitud prepotente,
y con docto proceder,
considera inapelable
lo que nunca llegó a suceder.
Justicia de incierta tez,
De vocación carroñera,
pues no habría nada en la tierra,
que tratado por su señoría,
no deviniera en manía,
y no acumulara en su prez.
Tiemblan a su alrededor,
los posibles justiciables,
los justos, los buenos, los amables,
pues cuanto más justos fueran,
fuera mayor su bondad,
y su trato más afable,
mayor ha de ser el rigor
del juez incontestable.
Irascible, soberbio, orgulloso,
taimado y mentiroso,
su falsa humildad legendaria,
defendida en gran orador,
de fácil y encendido verbo,
forman parte de su acervo,
con una falsedad palmaria,
y una falsa imaginaria
de su vacío interior.
Gustaba el juez de escucharse,
gustaba de ser escuchado,
gustaba de amarse y de ser amado,
aunque el amor que inspirara
fuera metido a cuchara
por la fuerza de su ley,
que en habiendo llegado a rey,
a rey de la felonía,
no podía haber ni había,
ninguno más respetable,
ni respetado que él.
Y así fue creciendo, medrando,
así fue ajusticiando,
a cualquiera que se cruzara
con su justa insensatez
Llegó a tal ensimismamiento,
a tal grado de altivez,
que la maza de juez,
manejada sin descanso,
lo mismo mataba a un ganso,
que machacaba una nuez.
La maza del señor juez,
que creyó ser la Justicia
y llegó a creerse Yahvé.
Su sonrisa era advertencia,
su abrazo una condena,
su amistad una cadena
que apretaba con fruición,
con dedicación y con saña
que no habría nadie en España,
como no fuera el mismo él,
que en colmando su impaciencia
no le mostrara inclemencia
y su justicia cruel.
Su gesto, hosco y feroz
Su mueca una sentencia
A poder ser la más atroz
La de mayor villanía
"Siendo la justicia mía
Ha de ser como una coz
Contundente, inesperada,
Y más que justa, inopinada
Una sorpresa gestada
En el filo de la hoz"
Opinaba su señoría
Si la ley no le convenía,
esa ley ya no servía,
y se hacía nueva ley,
que ni da explicaciones el rey,
ni el juez debe explicarse
cuando investido de toga,
la misma Justicia le arroga
la potestad innegable,
la capacidad incuestionable,
de ser él mismo la ley.
Cual un redivivo Moisés
con las tablas del revés,
cual un Moisés trastocado,
ido, confundido, alunado,
rompía todos los días
cual ínclito jeremías
las tablas de su pecado.
De codo un poco alto,
Nariz aguileña y despierta
Sus estados de alerta
Siempre estaban desbocados.
Veía ídolos donde no había,
Buey Apis en el ganado,
Inventaba lo que convenía
y creía ver militancia,
donde no había más intención,
más querencia o devoción,
que mantenerse a distancia,
de su mundo trastocado.
Y mientras los inocentes corrían
a guarecerse de él,
Los culpables lo buscaban,
pues en su ínterin pensaban
que para eludir su justicia
no habría sombra más propicia
que la sombra del Juez.
Así era el señor juez,
que creyó ser la Justicia
y en su inmensa estulticia
llegó a creerse Yahvé.
Moraleja
Aquel que dice sin motivos ser,
o el que creyéndolo no lo dice,
o aquel que diciendo calla,
o el que calla por no hablar,
o el que por temor no habla,
o el que hablando dice nada,
o dice lo que otros demandan,
se merecen que el señor Juez
en una sentencia ajustada
a su justicia alocada
los ponga contra la pared.
(Anónimo español S.XXI)