Revista Política

Del vino y otros caldos.

Publicado el 17 septiembre 2012 por Alejandropumarino

Del vino y otros caldos.

Publicaba ayer un diario de tirada nacional, el hecho de que la falta de interés de los jóvenes en el vino, pone en peligro al sector. En mi experiencia, es cierto: Las vinaterías y otros establecimientos más o menos especializados, se llenan de clientes que superan la cuarentena, mientras que la cerveza y los tristes “cuba-litros” son preferidos por generaciones anteriores.

Se trata de un problema de educación, de una cuestión cultural. En el Reino Unido se bebe cerveza desde tiempos remotos, porque el clima de la isla no es idóneo para el cultivo de la vid, pero los británicos no tardaron en decantarse por los caldos del sur, y a ellos se deben perlas como el Oporto o el Jerez, mucho más valoradas que la cerveza por muy british que resulte su consumo en el “pub” de turno. Lejos quedan los tiempos en los que se consumía el vino por “medias” y decía un conocido escritor que un hombre podía tomar hasta tres de ellas; también fue típico en nuestro país el “café completo”, o sea, café, Farias y copa de brandy después de la comida. El consumo de esta última bebida ha caído en picado a lo largo de los últimos años, siendo sustituido por el whisky, mucho más “snob”, pero rápidamente adoptado por nuestros conciudadanos que encontraron un punto de distinción frente al “Fundador” o al “Ciento tres”:

-Ponme un gúisky… Escocés ¿eh?.

Con el tiempo la cosa ha ido a peor y el público actual, notablemente más formado, pide caldos destilados o elaborados en Escocia (si el país entero estuviese cultivado con cebada no alcanzaría para el JB que se consume en España) con determinada antigüedad, envejecidos de no sé que forma y filtrados a través de carbón, lo que le confiere un gusto especial que personalmente no comparto. De nuevo se olvida el hecho de que el brandy es un destilado de vinos, mientras el whisky lo es de pienso para ganado, dicho sea desde el respeto a consumidores y fabricantes de este licor.

En definitiva, nuestra manía de ser como todo el mundo por temor a ser como todo el mundo, nos lleva a adoptar costumbres extrañas en detrimento de tradiciones propias, que, a su vez, son envidia y admiración de a quienes nosotros tratamos de imitar. Paradojas de nuestra propia idiosincrasia. Desde luego, Spain is different.


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