“In your eyes, i can see my dream’s reflections…” - ’In Your Eyes’ / G. Benson
A veces el destino, en un instante, te puede dar la cal y la arena, la sal y el azúcar, la vida y también la muerte. A veces, cuando te creas más derrotado, aparecerá por el norte un ser en forma de salvavidas, en cuyos ojos verás reflejada la esperanza de que, a pesar de todo, vivir merece la pena y, lo que es casi más importante, hacer felices a cuantos te rodean. Nunca imaginarás en los momentos bajos que el devenir pueda acercarte ediciones corregidas y aumentadas de amor y generosidad, de bonhomía y buenos sentimientos, reflejo de lo mismo que quizá un día soñaste junto al agua salada que, transcurrido el tiempo, se corrompió.
No todo está perdido en esta sociedad nuestra mientras haya gente dispuesta a escuchar, a entender y comprender. Cuando te miren a los ojos como otrora otros lo hicieron, rayanos en la sorpresa y el impacto que les produce tu relato visionario. No, no todo estará perdido y si así lo hubiéramos creído en algún momento de nuestras vidas, lo mejor sería dejar el timón y abandonar el barco, saltando por la borda de manera irresponsable, y dejando desprotegida y huérfana a la populosa tripulación.
Claro que como no todo puede llegar parejo, aquellas vivencias conllevan una dosis de sufrimiento todavía no irremediable por otros seres a los que queremos porque, probablemente, aún ni se hicieron a la mar en las procelosas aguas vitales. Son como los delfines, saltarines, límpidos, ajenos al ajetreo, pero tan bellos, como esbeltos y enérgicos.
Es la cal y la arena de la vida, la sal y el azúcar, la risa y el llanto que nos provocará el sentimiento cuando escribamos escuchando de fondo una hermosa canción como In your eyes, de George Benson. O cuando nos ilusionemos por mucho más que montar en bicicleta, en una tarde de primavera, con alguien a quien apenas antes de ayer ni conocíamos y, lo que es peor, ni sabíamos de su imprescindible existencia para compartir los mejores instantes de felicidad.