Revista Arquitectura
por Manuel Carrero de Roa Como lugares de alta concentración de capital social y económico esencialmente dinámicos e innovadores, las ciudades han sido desde siempre escenarios privilegiados para la aplicación de las elaboraciones tecnológicas más avanzadas. Es en este contexto donde ha de enmarcarse el desarrollo de las TIC aplicadas a la gestión urbana cuyo resultado se conoce como smart cities. Se trata por tanto, más que de un fenómeno nuevo, de la continuación de una larga tradición de implementación de avances tecnológicos en las ciudades, como en su época pudieron ser la red de alcantarillado, el alumbrado eléctrico o el ferrocarril suburbano, si bien en este caso con rasgos diferenciadores vinculados principalmente a la celeridad de su crecimiento, evolución y expansión por la red urbana global. Dejando de lado los evidentes intereses comerciales vinculados a la promoción de la marca, desde el punto de vista de la práctica y la teoría urbana lo que interesa saber es si lo smart aplicado a las ciudades va a traducirse en un avance hacia la «sostenibilidad» de los sistemas urbanos o, por el contrario, va a empujarlas un poquito más hacia la catástrofe económica, social y ambiental. Y es que la alucinación que producen estas rutilantes tecnologías, envueltas en la etiqueta de modernidad, puede ocultar prácticas absolutamente irracionales en términos de eficiencia urbana. Se puede, por ejemplo, implantar un sistema que permita al conductor conocer en tiempo real la situación exacta de las plazas de aparcamiento libres en un radio determinado, y al evitar las vueltas y más vueltas, reducir el consumo energético y la generación de CO2. Es posible también poner en marcha una aplicación que permita, a través de telefonía móvil, conocer la situación del autobús que se está esperando y el tiempo estimado de llegada a la parada. Dos prestaciones típicas de una smart city que serían saludadas con alborozo por los cierres de los telediarios y en las jornadas que cada vez con mayor frecuencia se organizan sobre el tema, pero con impactos totalmente opuestos sobre el ecosistema urbano.
Resulta entonces necesario relativizar la novedad de los atributos de la smart city y ponerla en relación con una trayectoria dilatada de innovación aplicada a lo urbano, y analizar críticamente la aportación de estas tecnologías «inteligentes» a la ineludible «sostenibilidad» de nuestras ciudades. Y queda en todo caso pendiente la distinción entre los adelantos que no pasarán de gadgets más o menos prodigiosos y aquéllos que tengan capacidad de transformar radicalmente la forma y la gestión urbanas, como en su día un artilugio de cuatro ruedas y motor llamado «automóvil».
Manuel Carrero de Roa es doctor arquitecto
Créditos de las imágenes: Imagen: Roxbury Gas Light Company, Gasholder, 8 Gerard Street at Massachusetts Avenue, Boston, Suffolk County, MA (fuente: Biblioteca del Congreso, Washington)
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