por Bernardo Gutiérrez
Hace unos días soñé que era un Dj de calles. La ciudad yacía sobre una mesa de mezclas. Cogía pedazos de plazas, fragmentos de calles, y los mezclaba con desparpajo. Nada como agarrar la piel verde de un parque y colocarla sobre un surco del vinilo (sobre una avenida). La ciudad, vuelta tras vuelta, nunca era la misma. A veces, bastaba con volver atrás (scrath) para mejorar la remezcla. Otras, mejor avanzar. Buscar una variante diferente.
Confieso que antes del sueño devoré un cóctel explosivo durante varios días: releí El derecho a la ciudad (un ensayo urbanístico Henri Lefebvre) y Software libre para una sociedad libre (un conjunto de escritos y conferencias de Richard Stallman). Lefebvre afirmaba que lo «urbano es obra de ciudadanos» y no «una imposición del sistema». La ciudad, decía, no es «un libro ya terminado», sino «el lenguaje de los individuos». Y no es sólo un lenguaje «sino una práctica».
Richard Stallman, fundador del movimiento del software libre, afirma que «la libertad y no solo la tecnología es importante». Por eso golpeó a la licencia copyright con sus propias armas. Creó la licencia copyleft que libera la copia y la remezcla de un programa informático exigiendo que quien lo use tenga que utilizar la misma licencia abierta. Stallman abrió una puerta: la de la cooperación entre individuos. Los programadores con software no propietario trabajaban juntos en red, mejorando algo por el bien común. Como los ciudadanos haciendo urbe en la práctica. Como los artistas liberando sus obras. «La visión de un regimiento de hackers manos a la obra —escribía Stallman— constituye una fuente de alivio y alegría y pienso que la ciudad sobrevivirá por el momento».
Relacionar a Lefebvre y a Stallman no es un capricho. Es una intuición infalible. Algo totalmente lógico. Stallman tiene claro que el software libre no es un producto: es un movimiento social. Lefrebvre sufría viendo la ciudad «convertida en objeto de consumo». Stallman afirma que «un buen ciudadano es aquel que colabora, no aquel que logra éxito cuando roba a los demás» (mercado propietario). Lefrebvre exalta el «valor de uso» (el goce, la belleza) frente valor de cambio (los mercados y sus exigencias). Y lo más revelador, ambos vislumbraron un mundo gobernado por corporaciones oscuras y objetos privatizados. «Lo más importante es resistir a la tendencia a dar poder a las compañías en detrimento del público», decía Stallman. «La ciudad es la proyección de la sociedad global sobre el terreno», aseguraba Lefebvre. Software libre para una sociedad libre. Software libre para una ciudad libre.
Sigamos jugando. Imaginemos a Lefebvre programando. O a Stallman pensando la ciudad. Apliquemos la definición de software libre a una urbe. Con un matiz: sustituyamos la palabra «programa» por «ciudad» . Juguemos:
Libertad 0. Libertad para ejecutar la ciudad sea cual sea nuestros propósito
Libertad 1. Libertad para estudiar el funcionamiento de la ciudad y adaptarlo a tus necesidades – el acceso al código fuente es condición indispensable para eso.
Libertad 2. La libertad para redistribuir copias y ayudar así a tu vecino.
Libertad 3. La libertad para mejorar la ciudad y luego publicarlo para el bien de toda la comunidad.
Podríamos cambiar «programa» por «calle» o «plaza». «Libertad para ejecutar la plaza sea cual sea nuestro propósito…». El copyleft sería la licencia legal que garantizaría este «valor de uso» lefebvriano de la ciudad. El copyleft garantizaría una ciudad / software libre. Permitiría «la libre distribución de copias y versiones modificadas de una ciudad, exigiendo que los mismos derechos sean preservados en las versiones modificadas». El código fuente —la esencia de la urbe, su entramado, su funcionamiento— estaría a la vista. Sería modificable. Mejorable colectivamente. El intercambio entre usuarios P2P (peer-to-peer) se convertiría en un «Plaza2Plaza», en un «Parque2Parque».
Esta hipótesis retro-futurista no es ciencia ficción. Inspirados en el software libre, Rahul Srivastava y Matías Echenove, del brillante e inclasificable estudio Airoots, escribieron en 2008 sus 12 principios para una arquitectura de la participación. Existe, incluso, una licencia abierta específica para ciudades. El escritor Matthew Fuller y el urbanista y diseñador Usman Haque (creador de Pachube) se han atrevido a proponer una licencia para la construcción y diseño de ciudades de código abierto: el Urban Versioning System 1.0.1 UVS. En el escrito los autores despedazan los paradigmas de la arquitectura espectáculo y el urbanismo que trabaja con objetos de fórmula cerrada: «UVS reconoce que el mundo está construido por sus habitantes en cada momento», «La gente llevará el diseño, de una forma colaborativa, en direcciones que nunca imaginadas», «Sólo un modelo de construcción que es capaz de perder su trama es adecuado».
Esta soñada ciudad copyleft acabaría con aquellos «consumidores de productos y espacios» de Lefebvre. La adhocracia multidisciplinar de amateurs acabaría con la burocracia urbanística. La ciudad post-it (13) liquidaría la ciudad definitiva convertida en objeto de consumo. La urbe dejaría de ser un producto de fórmula cerrada para ser una Zona Autónoma Temporal con una trama colectiva en construcción. Y nada mejor para aterrizar el concepto de ciudad copyleft que repasar prácticas ya existentes, líneas de código que ya están siendo escritas.
Una ciudad copyleft es una plaza abierta, participativa, cuyo código fuente está escrito colectivamente (proyecto Wikiplaza). La ciudad copyleft es un espacio urbano gestionado y mejorado en red (proyecto Esto es una plaza). La ciudad copyleft es un conjunto compartido de datos abiertos sobre los presupuestos de cada barrio (proyecto Mon Quartier). O una visualización de qué camino realiza la basura desde que sale de casa (proyecto Trash Track).
La ciudad copyleft será
—ya está comenzando a serlo— una cocreación colectiva en eterno estado beta (en fase de desarrollo). Una imprevisible sesión de un Dj de Mash up que une pedazos de melodías y ritmos ya existentes con total libertad creadora.
Bernardo Gutiérrez dirige la consulta de estrategias digitales Futura Media, con sede en la ciudad brasileña de São Paulo. Futura Media busca puentes entre las redes sociales y el territorio. Incentiva la innovación multiplataforma, el diseño abierto y las nuevas narrativas. Twitter: @bernarsosampa y @futura_media
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: Dj Andy Moon w/ friends (fuente: rafeejewell).
Imagen 2: Second life dance island (fuente: rafeejewell).
Revista Arquitectura
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