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MUCHO SE HA escrito en las últimas horas sobre la vida y la obra del gran maestro de ese gran pueblo llamado Castilla. Mi reflexión de hoy no tiene que ver con el impacto personal que me provocó su obra, sobre todo en mi juventud, sino con su faceta de periodista. La limpieza de su prosa, tan certera y precisa, la dimensión moral de sus personajes, y la relación del hombre con el mundo natural, me parecen sencillamente magistrales. Como periodista, prefiero fijarme en cambio en su condición de "abanderado de la libertad de expresión", tal y como lo ha definido el catedrático de Historia Contemporánea Celso Almuiña.
Miguel Delibes ingresa como caricaturista en el vallisoletano Norte de Castilla en octubre de 1941. Se hace luego redactor y llega a director del periódico decano de la ciudad en 1958, hasta que en 1963 se ve obligado a dimitir por sus enfrentamientos con la dictadura franquista. Al parecer, en 1975 se le llega a ofrecer incluso la dirección del diario El País, que estaba a punto de nacer, pero Delibes declina la oferta debido al reciente fallecimiento de su esposa.
La actividad periodística de Delibes es, de alguna forma, su taller de aprendizaje para la brillante labor narrativa que le aguardaba. Con el periodismo, pues, el novelista empieza a afinar su pluma y a transitar por el camino de la literatura. Y no sólo eso, sino que el periodismo le permite iniciarse en el difícil ejercicio del compromiso y la independencia de pensamiento, tarea nada fácil en la oscura noche del franquismo. Hay que tener mucha valentía personal y moral para saltarse las consignas editoriales impuestas por la dictadura, o para desafiar al régimen contratando a redactores y colaboradores "no oficialistas". Por no citar su sensibilidad con los nacientes movimientos obreros y estudiantiles además de denunciar, como hizo, la postración del campo castellano.
Tantas fueron las limitaciones y cortapisas a la libertad de expresión que el maestro no tuvo más remedio que pasarse con armas y bagajes al "realismo social" con obras como Las ratas. Dicho de otra forma, Delibes traslada a la literatura su actitud crítica con mayor intensidad y crudeza, si cabe, que en el periódico. Su amigo, biógrafo y también periodista, Ramón García, destaca que Delibes "consiguió siempre pisar la raya de la censura en un forcejeo continuo con el poder establecido". Su faceta periodística fue "impresionante" pero la literaria acabó "eclipsando" a la primera, menos conocida, concluye su biógrafo.
Cuando Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, aprobó la Ley de prensa que eliminaba la censura previa Delibes tampoco se confió: "Antes no nos dejaban preguntar y ahora nos dejan preguntar pero no nos contestan", sentenció con su fina ironía el escritor. Un artículo suyo titulado La ruina de Castilla, publicado el 23 de marzo de 1963, fue el detonante que propició su caída como director. Manuel Fraga Iribarne ya estaba al frente del ministerio. Cuando se produjo el cese, recuerda el catedrático Almuiña, el puesto de director no fue cubierto plenamente sino que se nombró un subdirector en funciones, de tal forma que la autoridad moral siguió ejerciéndola Delibes. Durante muchos años fue considerado, de hecho, como el director en la sombra.
Se nos ha ido un maestro, permanece para siempre su postura ética desde el periodismo. Descanse en paz don Miguel Delibes.