Revista Psicología

Delincuencia

Por Gonzalo

La delincuencia es una de las formas más descollantes de la desviación social. Es posible que un individuo se aparte de la conformidad general y que su conducta desviada sea considerada absurda, o meramente peculiar y excéntrica. Pero muy a menudo tal desviación representa una violación de las normas o intereses grupales contra la cual se ejerce sanción punitiva.

El acto delictivo de transgresión es el crimen o delito.  La única manera de definirlo es diciendo que es un acto punible en una situación social dada. Es posible que le ética pueda suministrar un concepto más universal y atemporal de crimen. Pero en sociología criminal y en criminología, delito es aquello que castiga un estado, una tribu, una colectividad.

Esto no significa que la sociología conciba el crimen arbitrariamente, sino en relación con una estructura social y, sobre todo, con una cultura dada respaldada por el poder. Así, en la Unión Soviética y en China establecer una empresa privada de índole capitalista era un crimen grave, al que se imponía la pena capital. (Más tarde dejó de serlo en ambos países).

Esta misma actividad, en Suiza, Chile o en las islas Filipinas -y no digamos en los llamados paraísos fiscales: las Bahamas, Liechtenstein, Gibraltar- era y es perfectamente legítima. En unos lugares la prostitución es un delito, en otros una actividad tal vez no del todo honorable, pero nada delictiva.

No sólo la geografía, sino los cambios históricos reflejan la relatividad del delito. En muchos países asiáticos ha sido inveterada costumbre dar a los funcionarios públicos emolumentos privados. La penetración de la moralidad burocrática occidental ha creado un estado de conciencia de la ilicitud de tal costumbre, hasta ahora favorablemente sancionada por la tradición, pero con pocos resultados.

En México, la “mordida”, o soborno rutinariio de funcionarios y autoridades, se aproxima al tipo anterior, pero ha sido siempre condenada -sin demasiado éxito- por los agentes moralizadores: la Iglesia, los partidos revolucionarios, los intelectuales.

En tales casos las “desviaciones” son desviaciones de una moral proclamada por grupos que poco pueden hacer contra las costumbres enraizadas en la conciencia colectiva y respaldadas por la estructura económica.

Delincuencia y estructura social

Si la definición del acto delictivo varía de sociedad en sociedad, y aun dentro de cada una de ellas, su frecuencia y tipos responden a ciertas regularidades cuya determinación es objeto de la sociología de la conducta criminal.

Una primera correlación entre estructura social y delincuencia es la que aparece a nivel estratificacional. Cada clase social representa una forma diferente de vida, y el individuo que a ella pertenece se encuentra frente a distintos problemas en cada caso.

Nada tiene de sorprendente que la delincuencia legalmente definida encuentre mayores índices entre las clases bajas, pues son ellas las que están a merced de la penuria causada por el desempleo, las crisis económicas, los sueldos insuficientes.

Las clases altas, en cambio, transgreden con menor frecuencia los delitos legales o codificados, mientras que comenten con mayor frecuencia desviaciones legalmente no sancionadas.

Además, ciertos tipos de delito necesitan una preparación técnica o educativa especial -como en el caso de la falsificación de moneda o el llamado blanqueo de dinero-, o roles específicos, como en el caso de la malversación de fondos o la quiebra dolosa.

No todoa la conducta criminal es utilitaria, como ocurre en los  casos mencionados. El obrero en paro que atraca a un ciudadano impulsado por la necesidad comete un delito para solucionar un problema acuciante; asunto diferente es que la persecución de la justicia -una temporada en una prisión en condiciones inhumanas- lo convierta luego en delincuente habitual.

El aumento de hurtos y robos durante una crisis económica en la que la asistencia pública no mitiga los sufrimientos de sus víctimas inocentes es de fácil comprensión -tanto sociológica como moral-, pero otros tipos de desviación, como el vandalismo juvenil, necesitan una explicación más compleja.

Los actos de vandalismo gratuitos de los “gamberros” españoles, los stilyagi rusos, los teddy-boy y más tarde los skin-heads ingleses, o las bandas juveniles centroamericanas (las maras) no son del todo utilitarios. Se trata de subculturas criminales, cuyo origen es altamente complejo.

La conducta hostil y destructiva aparentemente sin objeto de estos grupos está basada en una larga acumulación de frustraciones de toda índole: zonas urbanas deterioradas, alta densidad demográfica, desorganización familiar, fricciones étnicas interculturales, arbitrariedad y violencia de la policía, y falta de absorción en el mercado de trabajo.

La sociología criminal debe adentrarse en todas las demás ramas de la disciplina sociológica para poder alcanzar unos resultados viables; desde la ecología social, para estrablecer una geografía del crimen, hasta la psicología social, para descubrir las motivaciones del delincuente, pasando por  el estudio de las crisis económicas y su incidencia sobre los índices de criminalidad.

En realidad, la sociología del delito y la de la desviación social son parte del estudio científico del conflicto social.

DELINCUENCIA

Fuente: SOCIOLOGÍA  (SALVADOR GINER)

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