Revista Opinión
Delincuentes políticos, su total impunidad: todo está atado y bien atado
Publicado el 22 julio 2012 por RomanasEl Tribunal de Orden Público en acción
Decía aquel inicuo hombrecillo absolutamente desalmado, que no veía otro mundo que no fuera el suyo, que no iba a dejar a sus herederos inermes frente a su posterioridad por lo pensaba dejarlo todo atado y bien atado.
Y muy bien que el tío ha cumplido su propósito.
Ha habido, hay y seguramente habrá quien ha despreciado la inteligencia natural de este singularísimo canalla, yo, no.
Era un tío muy listo, asombrosamente listo porque, para seguir ese camino que supuso la peor de las esclavitudes para un pueblo durante ni más ni menos que 40 años, tonto no se podía ser, porque a su lado tenia a una serie de lobos que lo hubieran deshecho a dentelladas secas y calientes en el momento en que su dominio absoluto de la situación se relajara.
Pero es que, además, sociológicamente fue capaz de comprender una verdad que todavía hay muchos superintelectuales que no han asimilado: los militares son, o pueden ser, la bota claveteada que mantenga a un pueblo en la peor de las esclavitudes, pero los encargados realmente de domeñar a un pueblo para siempre son los jueces porque tienen a su cargo ni más ni menos que proclamar ante todos, incluso fuera del propio país, lo que es justo o injusto.
Se trataba, pues, de pudrir hasta lo más profundo a la institución que es básica en el funcionamiento de cualquier sociedad que se pretenda civilizada, hasta tal punto que puede afirmarse que, sin imperio del Derecho no hay posibilidad de civilización, o dicho de otro modo, una sociedad que no se rija por el imperio inatacable del Derecho no puede ser civilizada.
De modo que una vez asentada suficientemente la victoria: “En el día de hoy cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han conquistado las Tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1 de Abril de 1. 939. Firmado: Francisco Franco”, se trataba sobre todo de hacerla irreversible porque, de lo contrario, pensaba aquel jinete del Apocalipsis, tanta sangre, ni más ni menos que un millón de muertos, habría sido inútil y en su cerebro, no ya conservador sino absolutamente retrógrado como correspondía a un militar de aquella terrible época, se forjó la idea de que su Movimiento nacional que le había llevado a la victoria y a aquella tiranía de más de 40 años perdurara a través de los siglos, y la única manera de conseguirlo era hacer un ordenamiento jurídico que comprendiera no sólo todo lo necesario para que las leyes fueran esencialmente retrógradas sino establecer las bases para que los hombre encargados de llevar a cabo dicha tarea fueran por siempre y para siempre los adecuados.
Y seguramente alguno de sus consejeros jurídicos le dio a leer la doctrina insuperable del que es, sin duda, el más retrógrado de todos los humanos habidos y por haber, Joseph de Maistre, que se inmortalizó para siempre escribiendo aquello de que no hay nada en el mundo más justo que los jueces españoles y si a ello añadimos la mentalidad de la Iglesia Católica, hallamos lo más justo que ha existido nunca en el mundo, el Tribunal de la Inquisición.
No he entrecomillado la cita porque no estoy en mi casa y no tengo a mano el Ensayo sobre el pensamiento reaccionario, de Cioran, pero si hay alguna diferencia entre lo que dijo aquel loco y lo que yo he escrito no será digna de consideración.
De modo que aquel genio absolutamente maléfico se puso a la tarea y sentó las bases para que durante muchos, muchísimos años, si no para la eternidad, la justicia española esté en manos de quienes debe de estar, y lo hizo tan a conciencia que se murió tranquilo diciendo aquello de “lo he dejado todo atado y bien atado”.
Y a las pruebas nos remitimos: en Islandia la sociedad ha procesado y sometido a juicio al Presidente de su gobierno durante la época en que la economía del país se hundió hasta donde se hundirá la nuestra.
En España, las faenas de aliño protagonizadas por los Camps y sus esbirros económicos financieros, la Aguirre y los suyos, Blesa, Rato et alteri, y así dándole la vuelta a todo el Estado con especial relevancia de los ministros del Gobierno encargados de la cosa económica y, como es lógico, los presidentes de éstos, hubieran sido, aún estando todavía en sus tareas políticas, acusados por los fiscales que tienen a su cargo por la Ley de enjuiciamiento criminal la persecución de oficio de todos los delitos y juzgados y sentenciados por los correspondientes magistrados, y la clase política española hubiera aprendido para siempre que los llamados delincuentes de cuello blanco no tendrían licencia para matar en este asqueroso país de todos nuestros pecados.
Pero no lo hicieron porque el Caudillo proveyó lo necesario para que todo el organigrama judicial se hallara dominado para siempre por los hijos de aquellos magistrados que él puso al frente de uno de los tribunales más famosos de la historia universal de la infamia, el TOP, el tristemente famosisimo Tribunal de Orden Público, que perseguía delitos tan terrible como pertenecer al partido socialista o al comunista o mostrar sus discrepancias con el Régimen.
En el gobierno de Aznar, la ministra de justicia que redactó la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, fue la Excma. Sra. Margarita Mariscal de Gante, hija predilecta de uno de aquellos magistrados que formó parte de aquel tribunal ignominioso.
Etcétera, etc. Y así nos va. Los presidentes de Consejo de Administración de la empresas públicas y privadas pueden robar todo lo que quieran porque nadie se ha preocupado de tipificar en nuestros códigos penales los delitos correspondientes al hecho de llevarse por delante cientos de miles de millones de euros que no son suyos mientras que al pobre robaperas que coge una manzana porque tiene hambre si se descuida va a la cárcel para toda la vida.
Si, señor, ésta es la explicación por la que en este país de ladrones sinvergüenzas los delincuentes de cuello blanco se rían todos los días de todos nosotros.