En la página que una aosciación de transexuales andaluza destina al tema en cuestión, encontré estas dos imágenes que me ilustraron sobremanera en lo referente al sexo, incluso al mío, al enterarme de que soy “cisexual”. En definitiva, un transexual no es más que una persona en la que el sexo cerebral y biológico son diferentes, esto es, alguien que cree ser mujer y la naturaleza le dotó el cuerpo de un hombre, y vicerversa.
Desde este prisma resultan interesantes dos reflexiones: La primera que, frente al conocido “la naturaleza se equivocó”, lo único objetivo es la percepción de un individuo sobre la naturaleza de su sexo, algo que podría considerarse una idea delirante, igual que lo es la de ver elefantes rosa, por poner un ejemplo. La segunda, es que no menos delirante es la creencia de que Dios está en todas partes y ve cada uno de nuestros movimientos. En este punto surgen las diferencias: Un delirio sobre la deidad convierte a un sujeto en un hombre de fe; sobre la sexualidad, en un transexual, pero acerca de los elefantes rosa, en un simple enfermo mental al que se le administrarán neurolépticos en cantidad suficiente para que no vuelva a sufrir ese tipo de desvarío.
Desde el más profundo respecto a transexuales y a místicos creyentes, el delirio es necesario en nuestras vidas, y así lo entendió un conocido Psiquiatra español, solo que en ellos, como en el resto de órdenes de la vida hay clases. Ver elefantes rosa después de haber ingerido bebidas alcohólicas resulta sensiblemente más perjudicial que contemplar la existencia de Dios en la naturaleza o pensar que ésta comete un error al dotar de bolitas y cilindrín a determinados sujetos.