Revista Cultura y Ocio

Delirios de grandeza

Por Cayetano
Delirios de grandeza La Mole Littoria, proyecto de Mussolini.
Una entrada recuperada
Fragmentos de un cap. de "Historias que no son cuentos"
Algo propio de dictadores y autócratas, acostumbrados a la obediencia sin rechistar y a ser considerados en su entorno como dioses. Caudillos por la gracia de Dios o del destino, padres salvadores de la patria o de la revolución, que llenan calles y plazas de estatuas propagandísticas de su ego, algo frecuente en la saga norcoreana de los Kim, propulsores de una nueva religión llena de imágenes colosales ante las que sus súbditos obedientes y devotos han de postrarse. Estos tiranos acometen obras faraónicas, expresión de su grandeza como el Valle de los Caídos o el rascacielos que proyectaba Mussolini, o también el “Palacio de los Soviets” de Stalin, unaidea aprobada en 1934que no llegó a hacerse porque la Segunda Guerra impuso otras prioridades, o la megaciudad que pretendía construir Hitler, proyecto encomendado a Albert Speer, más conocido como “arquitecto del tercer Reich”, designado por el führer para llevar a cabo la construcción deGermania,la que iba a ser lacapital del mundo.


Delirios de grandeza Germania, capital del mundo
Ese mismo delirio que les lleva a celebraciones multitudinarias para darse un baño de masas o a rebuscar en la historia nombres altisonantes que poner a sus vástagos como hizo Pinochet -“Augusto” Pinochet- con su hijo "Marco Antonio". O el ansia por emparentar con la familia real, como las maniobras de doña Carmen para que su nieta, al casarse con Alfonso de Borbón Dampierre, aspirara a entroncar su familia con la realeza española. Los delirios de grandeza, propios de personajes comoMussolini, Adolf Hitler, Stalin, Pinochet, Kim il Sungo Franco, forman parte de un trastorno psicológico que en ocasiones esconde un complejo de inferioridad. 
Delirios de grandeza que les hace sentirse imbuidos de autoridad para “investir” y otorgar cargos y títulos como los viejos monarcas absolutos, como hizo Franco quien, merced a la ley de 4 de mayo de 1948, asumió la potestad de poder conceder títulos nobiliarios, algo que había abolido la II República. Un total de 39 títulos concedidos a sus amigos de la “cruzada” contra los “rojos”. De esta forma los nietos de los que colaboraron con el golpe militar y con la dictadura reclaman esos títulos como un derecho hereditario, exigiendo que en plena democracia se les siga renovando, lo que levanta las lógicas protestas de diversas entidades que exigen la supresión de los títulos concedidos por Franco a todos aquellos “que participaron y colaboraron en el sostenimiento de la dictadura”. La inmensa mayoría de los nombramientos que hizo el “Caudillo” son mirados con desprecio por parte de la aristocracia española quien considera en primer lugar que deben ser otorgados por un rey, opinando por otra parte que una guerra civil seguida de una dictadura no es el escenario adecuado para recompensar a nadie con un nombramiento de ese tipo.
Delirios de grandeza Fallido Palacio de los Sóviets, proyecto de la era Stalin
El dictador no tuvo escrúpulo alguno en nombrar duques, condes o marqueses a militares sublevados, renombrados falangistas y empresarios colaboradores o afines al régimen.
Entre otros, Franco otorgó los siguientes títulos:
Al general Mola, golpista como él, le concedió el título de Duque de Mola.
Al general Queipo de Llano, autor de importantes estragos en Sevilla, el título de Marqués de Queipo de Llano. Y eso que ambos no se tragaban. El de Tordesillas llamaba a Franco, “Paca la Culona.”
Al general Yagüe, más conocido como el carnicero de Badajoz, tristemente famoso por la matanza de miles de civiles, el título de marqués de San Leonardo de Yagüe.
Al falangista Onésimo Redondo, el de Conde de Labajos.
A Pilar Primo de Rivera, delegada nacional de la Sección Femenina, el Condado del Castillo de la Mota.
A Pedro Barrié de la Maza, fundador de una compañía eléctrica, el de Conde de FENOSA, o sea: “Conde de las Fuerzas eléctricas del Noroeste”. Si no fuera ridículo, hasta tendría su gracia.
¿Se imaginan otros títulos nobiliarios parecidos como el Marqués de ENSIDESA, el Duque de Azucarera Española o el Conde de Renfe? Suena, cuando menos, cómico, casposo y paleto.


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