Revista Viajes

Delirios del viajero inconforme

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

MUNDO

Se pudiera pensar que los viajeros somos inconformes. Esa necesidad de movernos, de no saber quedarnos en un mismo sitio. La idea de ir de un lado a otro, aun y con sus pausas, siempre resulta muy atractiva a quien nos ve desde afuera. Es como una pequeña maravilla esa exploración, esas ansias de desandar caminos. “No paras”, te dicen. Y no, no paramos porque en realidad vamos por ahí ávidos de respuestas. Uno no llega a saber a ciencia cierta qué es eso que se va moviendo por dentro, eso que nos da el impulso de comprar un pasaje solo de ida, de sentarte frente a los atardeceres, el de hablar con quien se pueda. Tampoco se sabe de dónde viene luego ese deseo irrefrenable de alcanzar la quietud; dormir por varios días en la misma cama, lavar la ropa con suavizante, ver un poquito de televisión y dejar que los zapatos tomen aire. Ese ir y venir, esa contradicción inexacta, nos hace viajeros curiosos; no solo porque nos detenemos a observar todo lo que va sucediendo alrededor, sino porque vamos alimentando el espíritu que, a final de cuentas, es el que decide irse o quedarse.

Se pudiera pensar que los viajeros somos inconformes porque queremos estar en muchos lugares al mismo tiempo. Anhelamos la idea de vivir el presente con pasmosa lentitud y disfrutarlo como si no hubiese mañana, aunque la verdad es que estamos aquí soñando con que también podríamos estar en otro lugar. Acariciamos ese anhelo, todos los días. Pero ya lo he dicho antes, eso sucede porque somos melancólicos.

Entonces, buscamos atajos: intentar leer un mapa, dibujar una nueva ruta, buscar otros sonidos, películas en otros idiomas, un amigo en Nueva Zelanda, un viajero inesperado en Perú, una danza que solo hacen en algún poblado indígena remoto. No sabemos si iremos, pero hacemos el ejercicio de imaginar. Ante cualquier argumento respondemos ¿Y por qué no? Nos reímos cuando nos llaman locos o nos preguntan cuándo es que vamos a buscar un trabajo serio. Todo es un delirio, respondemos. Viajar es una constante ensoñación. Viajar nos hace entender todo lo que nos sucede, aunque no alcancemos a conocer todas las respuestas. Nos cansa, a veces -muchas veces- y eso podría resultar un absurdo. Nos vamos, nos quedamos, deshacemos el equipaje, recorremos ligeros el camino, nos sorprendemos, añoramos la lejanía y luego queremos el abrazo cercano, la rutina necesaria para volver a huir de ella. Todo es un delirio, un inexplicable. Así somos.


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