Delphine de Vigan, con Días sin hambre, ha escrito una muy buena, a la par que didáctica, novela sobre la anorexia y sus consecuencias. Te dejo con un pasaje.
Ha salido a la calle al anochecer. Tal vez porque estaba enfadada con el doctor Brunel o tal vez porque se había hartado de estar encerrada en una habitación de hospital, así de sencillo. Después de merendar, aguardó a que la celadora concluyese su jornada de trabajo, cogió el abrigo, la bufanda, los guantes, e hizo un bulto con ellos. Bajó en ascensor, como lo hacía cuando quería llenar el termo en la cafetería. Sostenía el paquete bajo el brazo con el corazón en un puño. En la planta baja, se lo puso todo y se enrolló la bufanda en la cabeza para ocultar el tubo que le salía por la nariz. Tenía miedo, miedo de la calle, del ruido, del frío. Salió mirando al frente, ebria ya de aquellos pasos robados al exterior. Miró los escaparates para no andar demasiado deprisa, para no dejarse llevar por la acera. Quizá como un alcohólico se toma medio vaso de vino, mucho tiempo después, con un nudo en la garganta.
Delphine de Vigan. Días sin hambre. Editorial Anagrama, septiembre 2013. De la traducción: Javier Albiñana. Ilustración: fotografía de Marc Atkins / panoptika.net
El Exterminador de E-rratas, no encontró ninguna en las 167 páginas de estos Días sin hambre.