Aparte de su fulgurante trayectoria y del sorprendente acierto en la elección de los galardones, otra ventaja enorme que tiene para mí el premio Setenil es que cuando reviso la lista de obras presentadas al concurso me entero de la existencia de títulos y autores que no me resultaban quizá conocidos y a los que me gusta acercarme para comprobar si encuentro en ellos una obra plausible.
Hoy he terminado Demasiada roca solitaria, del madrileño Alberto García Salido (Adeshoras, 2014), ilustrado por el también madrileño Fernando Ferro. En sus páginas me he encontrado con reflexiones sobre la acrimonia de la violencia machista (“El príncipe besó a la princesa para despertarla de un sueño. Ya se encargaría él de la pesadilla”), avisos por palabras donde el humor negro anida (“Asesino a sueldo busca a suicida en ciernes para trabajo fácil”), barberos que se tornan inquietantes en línea y media (“Estaba haciendo un buen trabajo con las tijeras hasta que se percató de lo que estaba cortando”), chicas embarazadas y maltratadas (“La mujer lloraba al sentir al bebé en su barriga. Creía que había salido al padre por sus pataditas”), inversiones macabras donde el humor supone un espeluzno (“El muñeco cerró el cubo de la basura. Debía ser más delicado. Era el tercer niño que rompía esa semana”) y, en fin, historias magníficamente condensadas donde los protagonistas son niños perdidos, astrónomos felices o extrañas ITVs.
Un libro para disfrutar.