Revista Política
Arregi: “Me hace mucha ilusión ser como todos los creyentes de base”.
Si durante el pontificado de Juan Pablo II mas de 140 teólogos han sido silenciados (creo que van mas de 500 a decir de José Luis Vigil), los seis o siete últimos hispano parlantes como Boff, Sobrino, Pagola, Castillo, Masía, Torres Queiruga o ahora Joseba Arregi nos producen tanto mayor desconsuelo quizás por la cercanía además de por las terribles injusticias que suponen sus causas. Tan es así que me planteo la duda razonable de si nosotras y nosotros, como laicado comprometido, debemos seguir callados, sin perder demasiadas energías ante la sinrazón episcopal, si debemos continuar firmando escritos de apoyo que la Jerarquía manda al desaparecido limbo riéndose de nosotras/os, o si por el contrario deberíamos plantarnos ya y pasar a la acción. De veras que no lo sé, y puede que como me dice mucha gente en CCP, debamos seguir pasando de ellos, y tratar de vivir nuestra fe en comunidad como intentamos hacerlo desde hace casi 40 años y eso sí, sin bajar la guardia en el compromiso con los últimos que -hoy por hoy- son los trabajadores y trabajadoras, los parados/as, los pensionistas, las personas inmigrantes y tantos marginados/as que este sistema capitalista va orillando en el camino.
Porque claro, antes había hasta “Obispos rojos” como mi paisano Iniesta (no el futbolista, que también es de Albacete, sino Alberto Iniesta); por supuesto conocimos muchos curas “rojos” como García Salve o nuestro querido Comín, por citar solo a algunos, y había cantidad de teólogos y teólogas progresistas que en sintonía con la Teología de la liberación, y en una necesaria pluralidad eclesial, ayudaban a muchas y muchos creyentes a pasar de una fe trasnochada, negadora e infantil, a una fe adulta, comprometida y liberadora.
Pero ahora, en este permanente invierno eclesial que parece estar muy afectado por el dichoso cambio climático, resulta que, los movimientos neoconservadores avanzan con todos los “plácets”, el Opus tiene mas curas y seminaristas que nunca, se nombra a Obispos que ganan protagonismo público diciendo disparates, (como el caso de Monseñor Munilla ante el desastre de Haití o el arzobispo de Granada comparando el aborto con el genocidio nazi), y se mandan callar a todo aquel que es sospechoso de pensar, cuestionar, adaptarse a los signos de los tiempos actuales o divulgar una hermenéutica acorde con la situación del mundo actual. Claro, que no importa que las iglesias se queden vacías, que aumente el número de apostasías, que aumente la increencia entre los jóvenes y que el número de practicantes baje a unos niveles jamás vistos en este país nacional católico de hecho, aunque la constitución española diga lo contrario.
Viene todo esto a cuenta de que esta semana cuando participaba de las vacaciones comunitarias con las CCP españolas, tuve la ocasión de conocer personalmente a José Arregi, el último teólogo silenciado en España, al que probablemente, le toque dar el no querido paso de colgar los hábitos, después de que esta trasnochada jerarquía e impresentable curia le esté haciendo la vida imposible, como ya lo hiciera con tantos otros. Y menos mal que este gran hombre y profundo creyente, franciscano hasta la médula, mantiene y trasmite una Paz y tranquilidad que espero y deseo conserve. Porque desgraciadamente otros lo pasaron peor. Baste recordar las depresiones de Monseñor Iniesta cuando se tuvo que recluir al Monasterio de Poblet, o las de José María Castillo con sus comunidades de Granada, después de tantas humillaciones y persecuciones.
Es curioso que en todos estos casos nunca haya una causa real, discutible, antievangélica u ortodoxa probada para castigar y condenar a los citados teólogos. En esta ocasión la escusa fueron unas declaraciones de Arregi cuando el follón montado contra el inesperado nombramiento de monseñor Munilla al frente de la diócesis de San Sebastián. Hubo un impresionante movimiento de protestas como las conocidas del Foro de curas de Madrid, o las del 77% de los párrocos de S.S. que firmaron públicamente la protesta. Y no me extraña con el currículum de esta joya de curita: Defensor de la Falange y creador de un movimiento ultra católico al margen de la iglesia vasca que criticó abiertamente a los gays con unas declaraciones sobre el sexo que nos avergüenzan al mas moderado, dijo que ante la tragedia de Haití, “peor era nuestra pobre situación espiritual”, y para colmo, se dejó olvidada en el ordenador de su parroquia anterior, una carpeta con el nombre de “Mafia” en la que según el prelado “solo había una lista de curas con los que iba a cenar…“
Esta Semana, por la proximidad de sus ejercicios en “la miarrita”, Joseba Arregi tuvo la ocasión de compartir unas horas con hombres y mujeres de las comunidades cristianas populares de toda España, que durante 10 días estuvimos celebrando nuestras anuales vacaciones comunitarias CCP en pleno valle de Baztán (Oharriz). Allá nos confesaba: “Yo reivindico que en la Iglesia se pueda decir cualquier opinión con respeto y con libertad”. Seguramente por ello fue que el franciscano de Arantzazu, después de acatar el silencio impuesto durante seis meses, publica a mediados de junio el artículo “Pido la palabra” en una actitud de libre desobediencia dentro de la iglesia cuando descubre que el “leve” castigo impuesto era un burdo engaño, ya que le proponen irse a América ¿? o el silencio total, y aún le dicen que es una “medida de gracia”.
Y yo me pregunto ¿Puede un eminente profesor de teología con esa cabeza, formación, inteligencia y profetismo dejar de dictar su cátedra, dejar de predicar, dejar de escribir y quedarse como portero de un monasterio, por poner un ejemplo (y que no se ofendan quienes realizan este servicio eclesial), sin mas ni mas?. Sinceramente, NO.
El propio Arregi nos reconocía lo duro de la situación: “Me siento como arrancado de mi bioclima, de lo que ha sido mi ambiente franciscano casi desde niño, cuando tenía 16 años ”. Reconoce que su cabeza ha cambiado mucho en 30 años, y que para él “ya no es nada esencial lo de ser clérigo, laico o religioso, y que hay que transformar los sacramentos, el culto, los votos, la vida religiosa y secular, y vivir en otros parámetros”.
Finalmente también nos abría su corazón reconociendo que no sabía lo que iba a hacer ahora, “no sé cómo me las arreglaré –nos confesaba- pero estoy en Paz y me hace ilusión el deshacerme de ese rol clerical, religioso, canónico del que estaba ya medio desligado aunque viviendo en él. Me hace mucha ilusión ser ahora como todos los creyentes de base”.
No sé, no sé, pero a mi me da que, -pese a los rumores de que pediría su secularización, noticias sobre que colgaría los hábitos y desmentidos de que vaya a abandonar la Iglesia-, este gran teólogo, por no comprometer a sus hermanos franciscanos, tenga que resolver su particular calvario dejando la orden, que no la Iglesia. Con todo el 10 de septiembre, cuando termine la novena de la Virgen de Arantzazu, lo sabremos. ¡Animo Joseba! Que no estás solo.
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