El Sr. Camacho, ministro del Interior por obra y gracia del Sr. Zapatero, es nombrado número uno en la candidatura al Congreso de los Diputados por Castilla y León. Uno ignora si la designación fue digital, es decir, a dedo, o si por el contrario se celebraron las primarias de las que presumió en su día D. José Luis, el del talante, cuando el amigo Gómez le amargó la candidatura de Trini, que siempre fue recompensada por sus fracasos, más o menos sonoros. Pero, pese la ignorancia, creo que no hubo tales elecciones, a tenor de la dimisión en pleno de la ejecutiva del PSOE en Benavente, para demostrar su desacuerdo con la medida adoptada por Ferraz. Las luchas intestinas en la formación no se reducen al desencuentro entre Salgado y Blanco, en el que uno se decanta por la ministra, aunque solo sea por su cultura y experiencia política ante el concejal de pueblo venido a más; sino que también interesan a los galgos que corren la carrera de los puestos, colocándose como mejor les conviene. La profesionalización de la política no es buena, y en eso me gusta el perfil de Foro Asturias, donde se demuestra que sus cargos consideran temporal el paso por la política, ocasionando rabia y estupor entre quienes hicieron del servicio público un buen medio de vida. De momento, la tensión marca la ausencia de democracia interna, tanto en una como en otra de las grandes formaciones de este país, aunque se acusen mutuamente de sus propios defectos, otro modo de hipocresía política que hastía a los ciudadanos y justifica a los indignados, antes de que fuesen comprados por la izquierda trasnochada de la Visa platino. Pero eso es otra historia…