La prohibición por parte de la Junta Electoral de toda protesta está sirviendo, como no podía ser de otra manera, de acicate para la protesta y con seguridad para pasar de ésta a la propuesta. La decisión ¿no justifica precisamente la aparición de un movimiento como Democracia Real Ya!? ¿No lo carga de razón?
Es un movimiento apartidista no antipolítico, si hay algo claro en ello es que es un movimiento político que está haciendo política, solo que en la calle y no en las instituciones ad hoc y sin recurrir a la fórmula gastada de los partidos al uso. Las asambleas callejeras son el acto democrático más básico que puede darse. Las palabras y las ideas no pueden encerrarse en emiciclos. Dicho esto, ¿qué relación puede tener con el voto del domingo? Ninguna y toda. Una conclusión clara es que la mera aparición de este activismo es ya un voto de castigo para la democracia de partido único, el rojiazul (¿bipartidismo?, ¡qué generosidad!).
En realidad, si realizáramos una encuesta entre los participantes y simpatizantes con este movimiento, también llamado del 15-M, obtendríamos que sus intenciones de participar el domingo en la “fiesta de la democracia” -¿no están ya haciendo de la democracia una fiesta?- es muy diversa. Los habrá que acudan a votar y los que no, los habrá que voten un poco más a la izquierda y seguramente los que lo hagan más a la derecha; los habrá que prefieran el voto de la abstención o quienes lo quieran blanco o hacerlo nulo; los habrá que voten a partidos minoritarios convencionales o quienes prefieran nuevas fórmulas que están surgiendo inspiradas en otros países como Ecolo Verdes (que imita la exitosa fórmula de Europe Écologie en Francia, encabezada por cierto por Daniel Cohn-Bendit, protagonista de las revueltas de Mayo del 68).
Se ha comentado, siempre suele utilizarse el cliché para desprestigiar a alguien o algo que plantee cambios profundos, que es un movimiento “antisistema” y se ha contestado la verdad, que antisistema es el actual sistema que obvia la voluntad de las mayorías y deja las decisiones sobre la vida de las personas en manos de políticos más preocupados por agradar a las élites económicas que a sus propios electorados y a quienes no les han concedido ese privilegio. Votemos o no votemos pero seamos responsables.