"Las emociones, los sentimientos y los sesgos irracionales no van a dejar de ejercer su influencia (a veces malsana: piensen por ejemplo que todos los genocidios se han basado en una emoción que es el odio), sobre los procesos políticos democráticos.
Por eso parece deseable que organicemos ese proceso democrático alrededor de principios que contrarresten o compensen esas interferencias. Es decir, a partir de los principios de racionalidad, de diálogo, de atención a los hechos y a los datos.
Entendiendo que somos seguramente “demasiado humanos” para alcanzar plenamente ese ideal de autonomía, racionalidad y tolerancia, por otro lado, seríamos menos que humanos si no dejáramos de intentarlo."
Manuel Arias Maldonado.