La falsa democracia española tiene mucho de qué avergonzarse. Uno de los ejemplos mas patentes es que la socialista Susana Díaz esté exigiendo ser investida presidenta de los andaluces como si hubiera sido una gran triunfadora en las recientes elecciones andaluzas, cuando en realidad solo ha conseguido el voto de poco mas del 20 por ciento del censo. Son tan desvergonzados nuestros políticos, que se considerarían ganadores y aceptarían ser investidos aunque solo les votara el diez por ciento del censo electoral. En cualquier democracia decente y no de opereta, como la española, ese pobre porcentaje de adhesión no bastaría para tener legitimidad. ---
La vergüenza ante las injusticias, los abusos y desmanes de la clase dirigente inunda la sociedad española y convierte la regeneración en el principal deseo colectivo. La sociedad española es cada día mas consciente de que ha cometido un terrible error al permitir a los políticos que acumulen demasiado poder y que gobiernen sin las limitaciones que establece la democracia y sin la imprescindible vigilancia de los ciudadanos.
La socialista andaluza Susana Díaz busca la investidura con poco más de 20 % del censo y eso es una vergüenza democrática, como también lo es que los estatutos de Cataluña y Andalucía estén vigentes sin que ni siquiera obtuvieran el apoyo de uno de cada tres ciudadanos.
Las democracias degradadas son tan indecentes que admiten a partidos y políticos que se consideran legitimados cuando ni siquiera tienen el apoyo de dos de cada diez ciudadanos. Esas democracias incumplen casi todas las normas y mandatos del sistema: sojuzgan a la sociedad civil, no respetan la separación de poderes, imponen listas cerradas y bloqueadas en procesos electorales que no son realmente libres, aprueban leyes sobre las que los ciudadanos ni siquiera opinan, nunca rinden cuentas al ciudadano, que es el soberano teórico del sistema y apuestan por una impunidad deleznable, que deja sin castigo a los corruptos y canallas que se encaraman en el Estado.
Las vergüenzas de esta "democracia vergonzante" española son múltiples y profundamente indignas: impuestos abusivos, un Estado innecesariamente grueso y seboso, plagado de enchufados y casi imposible de costear, imposibilidad de revocar a los cargos fracasados y corruptos, inexistencia de participación ciudadana en la política, traición de los partidos políticos, que no defienden los intereses del ciudadano y que anteponen sus propios intereses al bien común, ausencia de democracia interna en los partidos, corrupción a gran escala y mil carencias y déficits de principios y valores que hacen posibles atentados contra la decencia como el saqueo de las cajas de ahorros y la gran estafa de las participaciones preferentes, dos hitos españoles de la indecencia mundial.
Los españoles decentes y demócratas, además de indignación ante la baja calidad de la política y la perversión del sistema, sienten vergüenza por los abusos y desmanes de los poderosos que controlan el timón de la nación.
La Iglesia española, que suele reaccionar siempre tarde ante los dramas, también parece haberse dado cuenta de la dramática situación de España, un territorio carente de ética y decencia. La indignación y la vergüenza, aunque tarde, también ha llegado a los obispos católicos españoles, que presentaron el lunes 27 de abril un documento titulado "Iglesia, servidora de los pobres", en el que piden ahora perdón por no haberse preocupado de los efectos de la crisis, muestran su preocupación por las consecuencias de la crisis, proponen una regeneración moral de España y plantean la necesidad de una "economía de rostro humano", basada "en la ética y el bien común" y no en "la lógica del crecimiento".
Revista Opinión
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