Revista Cultura y Ocio
La fe en el más delirante y gratuito de los milagros no ultraja tanto a la razón como la creencia en un absurdo. Quien cree que la naturaleza surge de la nada absoluta, que un ente puede crearse a sí mismo o que el conjunto de lo que existe es siempre sin ser necesario cree un disparate que no admite enmienda ni ilustración devota.
Suponer que el universo es necesario conlleva otro sinsentido, aunque no tan evidente como los tres antecitados.
En primer lugar, tal suposición es meramente hipotética y no encuentra base en dato alguno, puesto que la investigación empírica es impotente cuando se trata de determinar el origen del universo. Así, o éste tiene comienzo o no lo tiene. Si lo tiene, ninguna experiencia puede rastrearlo, ya que sólo será capaz de analizar el universo cuando es y no cuando no es, por lo que no podrá entender su paso del no-ser al ser; y si no lo tiene, no hay percepción que pueda confirmar definitivamente un hecho negativo en una serie infinita de eventos.
En segundo lugar, dicha hipótesis carece de inteligibilidad. La necesidad de un ente, así como la contingencia de éste, deben predicarse de todas sus partes. Es imposible que un universo necesario esté formado de partes contingentes; y viceversa, resulta imposible que un universo contingente lo formen partes necesarias. Análogamente, no puede concebirse que un cuerpo indivisible sea divisible en parte, o indivisible en parte uno divisible.
Por tanto, si el universo es necesario, habrá que decir que también lo son esta brizna de hierba y este grano de arena. El menor de los movimientos será parte inextricable del hado, mientras que el mismo hado no podrá ser explicado por nada, desprendiéndose su condición de su propia naturaleza.
Ahora bien, si todo es necesario, el concepto de necesidad queda desbordado y pervertido, lo que provoca que haya que distinguir sólo las categorías de lo necesario o lo imposible, sin que nada pueda ocupar el estadio intermedio de lo contingente. Esto hace que el concepto de imposibilidad también se adultere, toda vez que lo imposible deja de ser lo contradictorio para pasar a ser aquello que no alcanza a existir.
Además de destruir nuestras nociones comunes de lo necesario, lo contingente y lo imposible, esta solución nada remedia, ya que un universo necesario, si es en el tiempo, tiene que haber empezado a ser en algún momento. Allí donde hay sucesión hay también inicio, y es vano decir que algo ha sucedido pero no ha empezado. Luego, cuanto más extensa sea la cadena de acontecimientos, tanto más obvio resultará postular un acontecimiento inicial que la sostenga, salvo que se la quiera suspender en el vacío.
En fin, si se predica que hay un comienzo para el universo, no queda más que elegir entre tres opciones: o comienza de la nada absoluta, o se crea a sí mismo, o es creado por algo completamente distinto de sí mismo. Sólo esta última conviene a la verdad.