A proposito del post de Conbinza, la foto es de la contraportada de la carpetilla-folleto que estaba amontonadas en la mesa y que las pacientes ojeaban y se llevaban como si fuese El Hola en la sala de espera de la peluquería. El mensaje es tan ambiguo que puede servir tanto a pacientes como a profesionales.
Y una buenísima reflexión de Galo Sanchez.
En el año 2006 Christine B. Phillips publicó “Los medicamentos van a la escuela: Los profesores como agentes de enfermedad de la TDAH”. La intención oculta es tratar con medicamentos a los niños que son inquietos, y que, como las palabras son cercanas y sinónimas, al ser inquietos también son hiperactivos. Para no banalizar, hay efectivamente varias circunstancias en las que hay una desconexión parcial del lóbulo frontal que dificulta la focalización (la atención). En algunos de estos casos, algún medicamento (que se dice “cognotrópicos) puede producir algo más de beneficio (la parte que más se observa) que de riesgo añadido (la parte más oculta), si es que se le estima bien el balance de beneficios menos riesgos, inconvenientes y costes. Con la benevolente (y bastante ingenua) colaboración de agentes no médicos, como son los periodistas, los profesores, los maestros, los cuidadores de niños y las asociaciones de defensa de todo lo que sea fácil, la industria farmacéutica tiene el camino despejado para crear una realidad virtual en la que aquellos que están más cerca del corte establecido por un diagnóstico (muchas veces construido ad hoc), lo atraviesen sin obstáculo psicológico ni sociológico.
El paradigma de influir en otro al que se necesita como agente es que éste no lo perciba, que su sistema inmunitario (de creencias) no lo detecte. Un punto más allá del límite y el agente despierta. Si despierta, la estrategia de agencia está perdida. Y en este sentido, la autora señala un párrafo que dice así:
Con la densitometría ósea como screening de un factor de riesgo (la osteporosis), exagerada deliberadamente a la categoría de nueva enfermedad, es aún más fácil, porque las compañías tienen todos los sesgos cognitivos de la mente no escolarizada a favor de unas ventas más allá de la racionalidad. Se da por supuesto que debe haber un obstáculo contra lo irracional en la sanidad: los profesionales sanitarios. Pero, ¿es esto enteramente cierto? ¿Están preparados los profesionales sanitarios para percibir la anomalía y actuar? Ante una estrategia como la de los profesores convertidos en agentes, los profesionales sanitarios perciben rápidamente la anomalía. Pero, ¿y si viene desde un consenso de expertos inclinado por un sesgo de patrocinador?