Un lápiz es una pequeña maravilla: un palo de madera que traza los movimientos más pequeños de su mano a medida que se mueve a través de una superficie.Como herramienta, es admirablemente sensible. Las líneas que hace pueden ser gruesas o delgadas, gritos o cuchicheos, bloques de hormigón o briznas de hierba, todo depende de cambios de presión tan sutiles que apenas los notamos en ningún otro contexto. 
Desde 1889, General Pencil Company ha estado convirtiendo enormes cantidades de materias primas (cera, pintura, tablones de cedro, grafito) en productos que puedes encontrar, prolijamente enmarcados y etiquetados, en tiendas de artículos de arte y de oficina de todo el país: lápices de acuarela, de carbón, tizas pastel. 
A pesar de que otras fábricas han perseguido márgenes de ganancia más altos en el extranjero, General Pencil se ha mantenido, sacando miles y miles de instrumentos de escritura en el medio de Jersey City. 
En los últimos años, el fotógrafo Christopher Payne visitó la fábrica docenas de veces, documentando cada fase del proceso de fabricación. Sus fotografías capturan los muchos mundos diferentes escondidos dentro del exterior de ladrillo plano del complejo. 
El sótano, donde los trabajadores procesan el carbón, es un universo de gris absoluto: camisas grises, manos grises, máquinas grises que tragan ingredientes grises. Una cantidad sorprendente del trabajo se hace manualmente; puede tomar varios días de descanso para tener las manos completamente limpias. Los núcleos del lápiz emergen de las máquinas como pasta fresca, suave y húmeda, lista para ser cortada en diferentes longitudes y secada antes de entrar en sus cunas de madera. 
Las extrusiones de grafito se recogen para reciclar.
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