Tomado de Cubahora
En la actualidad, personajillos negativos llevan las de ganar la pelea de despojar de su significado palabras como “denunciar”, lo cual es un acto ciudadano para que los encargados de reprimir y sancionar a delincuentes, corruptos y autores de ilegalidades, puedan realizar sus funciones.
Denunciar forma parte de una cultura. La cultura de la denuncia se está perdiendo, y puede haber influido en ello que de manera sutil se ha inoculado la falsedad de que se trata de una traición, una deslealtad o algo por el estilo.
Y quien ejerza ese derecho ciudadano es tildado de “chivato” que “echa palante” a personas que “luchan” o “resuelven”, palabras que fuerzas ocultas han ido despojando de su verdadero significado.
El ciudadano que denuncia a los transgresores de la ley no es un chivato o soplón, ni un delator, pues no forma parte de esa crápula, y por tanto, no la traiciona, sino que se defiende de ella mediante procedimientos para protegerse y guardar el orden.
Aprovechando que existen circunstancias en que las denuncias deben hacerse con discreción para evitar represalias contra personas vulnerables, la crápula suele tergiversar esa necesidad de proteger la identidad de quienes alertan sobre hechos ocurridos o por suceder.
Cuando reclaman la presencia de autoridades competentes, no son cobardes y traicioneras aquellas personas de avanzada edad o desvalidas, ni tampoco quienes carecen de suficientes condiciones para enfrentar el atropello de inescrupulosos que actuando en grupo crean desórdenes.
También las lacras dicen hasta públicamente que las denuncias se hacen por parte de quienes les envidian el buen vivir que disfrutan. La realidad es que la ciudadanía rechaza esos elementos que han caído al nivel más bajo de la sociedad y disponen de bienes mal habidos.
Tales elementos pretenden apropiarse ilegalmente de recursos estatales, venderlos a precios elevadísimos, sobornar y ser tratados como emprendedores, luchadores o una especie de ladrones que roban a otros ladrones para repartir o compartir con los pobres.
Cuando la ciudadanía actúa coordinadamente a nivel de barrio para restablecer la legalidad mediante la vigilancia y el aviso oportuno a las autoridades, intentan denostar y desprestigiar a las organizaciones que se fundan con el propósito de preservar la tranquilidad.
Si según el pasaje bíblico, se logró impedir la construcción de la Torre de Babel haciendo que cada uno hablara un idioma diferente para anular la comunicación necesaria en cualquier obra, la población cubana no puede permitir que nadie entorpezca el intercambio con un lenguaje claro y directo, llamando por su nombre al delincuente y al corrupto. Y no dejarse confundir. Hay que denunciarlos.
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