Escrito antes del fiasco de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos del 2020 y editado después, mencionábamos que una buena parte de los que ganarán las medallas olímpicas el años 2020 está ahora comenzando el curso escolar.
La dedicación al deporte en el sistema escolar español continua siendo limitada. Los sucesivos, lamentablemente sucesivos y bastantee incoherentes planes de estudios de los últimos cuarenta años, siempre relegan el deporte a un lugar secundario, por no decir terciario o cuaternario. No vamos a criticar cada uno de ellos y aún menos el último bodrio del malhadado ministro del Partido Popular, J.I. Wert, pero un factor común de ellos es un cierto desprecio al dictum : Mens sana in corpore sano.
Todo ello contrasta con los éxitos deportivos de muchos atletas españoles, tanto en especialidades individuales como por equipos, de los últimos años. La mayor parte se asocian a esfuerzos de clubs e instalaciones para el fomento de los deportes de ámbitos municipales y privados. Pero todos ellos dispersos y lejos de resultar igualitarios en lo que respecta a la geografía española. No basta con un único centro de alto rendimiento como el CAR o la excelente dedicación del Club de Natación Sabadell como semilleros de medallas olímpicas.
Muy probablemente para la excelencia en los deportes se precisa, como para las reacciones nucleares, una cierta masa crítica sólo alcanzable con números de magnitudes grandes. Y eso a veces se asocia con poblaciones también grandes: la China, Rusia, Japón, Alemania o Estados Unidos, paises populosos y con recursos económicos amplios. Es una asociación crítica. Otros paises populosos como Indonesia, Nigeria o la India son pobres. Y paises muy ricos como Suiza, Noruega o Luxemburgo, son poca gente para triunfar en el deporte a escala mundial.
Pero todo ello no es realmente necesario. El deporte de élite es eso: para las élites. No todos estamos dotados para la excelencia. Pero si que todos estamos en condiciones de participar. Incluso los que padecen dificultades físicas o intelectuales como demuestran los Juegos Paralímpicos.
Los juegos y el deporte tal y como hoy los conocemos tienen su origen en la orillas del Mediterráneo. Precisamente desde donde escribo celebraremos en 2017 unos estupendos Juegos del Mediterráneo que poco tendrán que envidiar a los olímpicos en cuanto a entusiasmo y participación (aunque persistan dudas de si la financiación, y más concretamente, la aportación del estado central, ahora que no se la gastarán en Madrid, llegará a materializarse).
Pero y en todo caso, poco se podrá esperar si en la educación de los escolares el deporte no ocupa una importante posición. Hay cosas que sólo se aprenden en la escuela. Sobre todo a funcionar en colaboración , a jugar en equipo y a competir con los amigos. A participar en actividades colectivas. Porque sean ”juegos” no són menos instructivos o intelectualmente estimulantes. Sin querer jugar con las palabras, en la vida hay mucho de juego. Y mucho en juego.
El deporte escolar merece la máxima atención por parte de educadores y por parte de padres. Y a los pediatras les incumbe velar por la seguridad, reparar los efectos negativos como las lesiones y siempre incorporar el deprote como uno de los hitos en el desarrollo y crecimiento infantil.
X. Allué (editor)