Hace algunas semanas una paciente exponía el sentimiento de vergüenza y culpa que había tenido en una ocasión al acudir a urgencias a raíz de un malestar muy intenso caracterizado por sentimiento de vacío y un llanto incontrolable.
- ¿Por qué sentiste vergüenza? Pediste ayuda en un momento en el que la necesitabas.
-Sí, pero creo que no tenía que haber ido al médico por eso. Tendría que haberme aguantado y calmado yo sola.
- ¿Qué ocurrió exactamente?
- Me indicaron que pasara a enfermería y después de esperar durante varios minutos en la consulta, apareció una mujer, que resultó ser la enfermera.
-Intenta tranquilizarte- me indicó- Nada es tan grave así que relájate, ¿cuántos años tienes?
Ante la falta de respuesta de la paciente la enfermera continuó su discurso…
- Por mucho que llores no vas a solucionar nada, así que piensa en otra cosa. Por cierto, te estoy haciendo un volante para una citología que hace mucho que no te haces una.
- Te voy a tomar la tensión también, ya que te tengo aqui… Está un poco alta pero será de cómo estás.
Con un volante para la prueba y la tensión arterial medida, la mujer salió del centro de salud casi como había entrado aunque sin solucionar su malestar y sintiendo más vergüenza y sentimiento de no ser normal que el que tenía al entrar.
Si esta enfermera hubiera tenido ganas de trabajar este día, igual no habría calmado el río de lágrimas de la paciente pero sí habría evitado reforzar su sentimiento de falta de adecuación o anormalidad.
Llanto incontrolable
- El llanto incontrolable surge como una respuesta a una pérdida real o imaginaria que genera una sensación de desgarro interno y de fatalidad.
- Su permanencia en el tiempo, puede indicar un estado depresivo que necesita ser tratado con por un profesional sanitario.
Cómo Actuar
- Una persona que llora de forma incontrolable tiene focalizada su atención en su dolor emocional, eso puede implicar adaptar la forma de comunicarnos (las pausas, el contacto visual, el tono y volumen…)
“No mantener el contacto visual, dar consejos tajantes (tienes que…, relájate…,) dificultan la recuperación y aumentan la desesperanza de la persona”
- Considerar que a la mayoría de la gente no le gusta llorar en público y menos ante personas desconocidas, es un buen comienzo. Cuando a alguien se le caen las lágrimas incluso cuando parece estar haciendo un verdadero esfuerzo por contenerlas, su cuerpo y su mente necesitan llorar algo.
- Si esa persona se encuentra en su lugar de trabajo o en un contexto poco protector de su intimidad, aceptar su malestar y ofrecerle la posibilidad de retirarse a un espacio más íntimo donde pueda llorar lo que necesite sin sentirse evaluada.
- Si el contexto es de cuidado y atención, dar permiso y cabida a ese sentimiento y también al llanto. El llanto no dura eternamente y poder expresarlo en privado alivia los pensamientos de incapacidad, culpa y vergüenza que la persona suele rumiar.
Decir;
“Llora lo que necesites, estoy aquí para que me cuentes lo que te ha ocurrido si quieres hacerlo” es más efectivo y reparador que
“Intenta tranquilizarte, llorando no vas a resolver nada”
- Mantenerse presente y cercano con una actitud empática, calma y relaja más que pretender una distracción cognitiva y/o conductual en un momento de desbordamiento emocional.
“¿Desde cuando te encuentras así?- nos acerca a la persona
“Te voy a mandar una citología”-nos aleja de ella y ahonda en su sentimiento de incapacidad.
“Te vas a encontrar mejor pronto, ya verás”- alienta y acerca
“Llorando no vas a solucionar nada”- mantiene la desesperanza y aleja
- Cuando el llanto es provocado por una pérdida real, elaborar el duelo de forma acompañada facilita la mejoría.
- Si se trata de una depresión, existen múltiples alternativas de tratamiento farmacológico y psicológico que aseguran el avance y la recuperación de la ilusión y la calidad de vida.
Yolanda P, Luna