Revista En Femenino

Depués de una semana de mierda, llegó la calma

Por Seodi
Hay que ver como cambian las cosas de una semana a otra.
La semana pasada estaba de los p%&$s nervios, con la férula puesta para no morder todo el día. La tienda cerrada 6 días por causas ajenas a mi,  una lesión de rodilla que terminó en cirugía artroscópica fechada para el próximo martes, y una madre que no me la merezco, me han dado una semana de lo más asquerosa.
Sobre la tienda me ahorro las explicaciones, pero la que sea autónoma y tenga una tienda podrá saber lo que se siente con el chiringo cerrado una semana.
La rodilla. No se si tildarlo de ineptitud o de falta de moral. Pero que un trauma me diagnostique hoffitis con tratamiento quirúrgico como primera y unica opción y además así de corriendo, y que una segunda opinión me diga que de cirugía nada porque no es necesaria, me hacen pensar que el primero preescribe cirugías artroscopicas como quien receta jarabes, o bien porque es un inepto, o porque es un caradura falto de ética que tiene ganas de hacer cirugías y ganar pastuki mientras los otros (en este caso yo) ponemos el cacho carne con el que practicar y asumimos los riesgos, que haberlos haylos. Y sino, miren la tele.
Ya van dos veces en menos de un año, en las que me quieren meter en quirófano de gratis, esto es, sin hacer falta. Con lo cual, la segunda opción, la de la falta de ética, es la que más me pesa. En la privada te abren aunque no haga falta, y en la pública no te abren ni aunque haga falta. Un término medio no estaría mal.
Mi madre. Que por lo visto razonar razona poco. Porque saber sabe, que para que ella vea al niño, se lo tengo que llevar yo. Que ella no viene. Y que para que ellos coman a su hora, al niño le saco de su siesta del medio dia a medio dormir, o directamente, ni la hace, y eso también lo sabe. Y la que tenga hijos y los haya criado sabrá que suele pasar cuando al crio le jorobas la siesta.  Con lo que llegamos a su casa el domingo, después de una semana de mierda, ahí donde los libros de las estanterías parecen estar alineados con una regla, donde las frutas se ordenan en el frutero con todos los rabos para dentro, y donde las toallas son dobladas y colocadas en sus estanterias con absoluta perfección. Y se pretende que el niño, ya de por si movido, que no ha dormido, esté sentado en la trona mientras los adultos comen el primero, hablan, comen el segundo, hablan, y toman el postre y el cafe.
¡¡Los cojones!!
El niño no dormido y ya comido dice que en la mesa se aburre y monta un pollo para bajar después de aguantar un rato. Yo entiendo que a un crio de dos años no le puedes pedir que se aguante una comida de mayores sentado en la trona. Mi madre entiende que si, y que se tiene que aguantar sin rechistar. Aunque el no coma. Aunque no haya hecho su siesta.
Bajo al crio al suelo y automáticamente se va a descubrir mundo. La cara de horror de mi madre al ver que el niño desordenaba sus putos libros de mierda, que no son incunables, alineados casi con regla porque no tiene nada mejor que hacer en todo el día, fué, literalmente, repugnante.
Su comentario, como colofón final a una semana digna de olvidar: el crio hace lo que le da la gana, si no le das caña se te va a subir a la chepa, a ver si le das de vez en cuando.
Digno de olvidar, de verdad. Casi reviento en llanto en la mesa.
Aún sabiendo que no tenía razón, salí de allí sintiéndome como una inútil maleducadora.
Ahora he dejado de sentirme así, aunque me acabo de comprar un par de libros sobre niños y educación.
Y lo de ir a comer cada domingo, ahora será domingo si domingo no, y con pocas ganas, la verdad.

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