Leo en un reciente artículo en Aceprensa la cantidad pagada por la Administración británica por negligencia en la salud pública, por hijos improcedentes, que no querían sus padres o que han nacido con alguna tara. Es una cifra que asciende a 95 millones de libras.
Los casos más frecuentes son anormalidades genéticas, síndrome de Down, espina bífida o parálisis cerebral. Algunas madres se quejan simplemente porque son madres. Es un mundo curioso, parecía que todo quedaba en un inexistente derecho al niño; ahora se trataría derecho al niño sano y, más aún, derecho a no tener nunca ningún hijo.
Termina el artículo: "Sean niños sanos o enfermos, cabe plantearse qué pensarán cuándo sean
mayores y sepan que sus padres recibieron una indemnización por el
“perjuicio” de su venida al mundo".