Revista Comunicación

Derecho a la información: escribir “cosas feas”

Publicado el 15 julio 2014 por Humberto M. Fresneda @hmfresneda

 

El otro día un alumno, mejor dicho un ex alumno me decía con tristeza que muchas veces los medios de comunicación casi casi como que le obligaban a escribir, creo que la expresión era “cosas feas”. Me venía a decir que los medios de comunicación sólo vendían pero no informaban. Y yo le decía que el gran problema es que muchas veces los medios son empresas con una cuenta de resultados que atender al final de mes. Y eso supone que hacen que sea noticia lo que no es, o lo que es lo mismo es noticia la noticia de lo anormal.

Este es el gran problema de los medios que afecta a su credibilidad, que hace que sea tan criticado y que logra que, en ocasiones, sea el culpable de todos los males. Decía el político cántabro Menéndez Pelayo, dando su opinión sobre la prensa, que “la baja prensa, en España, como en todas partes, es un cenagal fétido y pestilente”. Esto lo reafirmaba el filósofo y ensayista Ortega, “no sólo el periodista es una de las clases menos cultas de la sociedad presente sino que el periodismo ocupa el rango inferior de las realidades espirituales, pues la espiritualidad que rezuman los periódicos es tan ínfima que, a menudo, es antiespiritual”.

El gran problema reside en que la información es tratada como un producto y que los medios de comunicación funcionan como un mercado tradicional, donde la manzana es la información, el frutero, el periodista, el dueño de la huerta, el empresario de la información y los que nos comemos la manzana, el consumidor.

 

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Y es que hoy no se habla de personas sino de audiencias, no se habla de programas sino de productos y en el sector de la comunicación se produce el encuentro de ofertas y demandas de productos o servicios de información. Los medios parecen más servir a las empresas propietarias y a otros intereses, problema que se agrava con la proliferación de conglomerados y compañías que se introducen en el sector de la comunicación para otras cuestiones.

La información es mercancía y está sometida a las leyes de mercado.

Degraciadamente esto no tendría consecuencias si no fuera porque los medios de comunicación son una vía de formación que afecta a la mayoría de la sociedad. Nos olvidamos de su función social y mercantilizamos algo sagrado, el derecho fundamental a ser informado de manera objetiva y veraz.

En definitiva, triste es que así sea pero más triste es que las nuevas generaciones tengan que escribir cosas feas.


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