Revista Coaching

Derechos Humanos. Entre lo declarado y lo vivido

Por FundaciÓn Novia Salcedo
Hoy  10 de diciembre es el Día Internacional de los Derechos Humanos que se celebra en todo el mundo en conmemoración de la Carta que en 1948 dio pie a una serie de ‘derechos naturales’ que les son inalienables a los hombres y mujeres. Para Novia Salcedo Fundación también es una fecha enmarcada en el calendario pues la Red Española del Pacto Mundial premió a NSF por los 10 años que lleva nuestra fundación como socia activa de esta iniciativa y firmante de los 10 principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas. El documento fue una consecuencia clara de los terribles acontecimientos que vivió el mundo y, especialmente Europa, entre 1914 y 1945. A pesar de que para muchos el punto de partida son ambos conflictos bélicos, lo cierto es que el camino de los hombres y mujeres hacía la consecución de los derechos humanos ha sido un viaje lleno de contratiempos en la historia. Probablemente uno de los inicios más reconocidos con cierta unanimidad entre los historiadores es la revolución Gloriosa de los ingleses a finales del siglo XVII. En este caso el parlamento británico decidió limitar el poder de su monarca tras las experiencias previas en la que el hombre regio que ostentaba el mando de Dios en la Tierra, se tomó demasiado en serio ese papel y, trató de aglutinar en su ser todos los poderes. Es decir, pecó de absolutista como tantos otros monarcas a lo largo de la historia. La continuación a la experiencia inglesa viene de la mano de sus primos, entonces ‘hermanos coloniales’ de las Trece Colonias. Tras la ‘Fiesta del té’ los patriotas americanos decidieron romper amarras con la Metropoli y, en esos derroteros, la ‘Declaración de Virginia’ supone una de las primeras declaraciones modernas sobre los derechos de los seres humanos. Años más tarde, en París, se volvió a repetir la escena fruto del ascenso al poder de la Asamblea Nacional. Derechos Humanos. Entre lo declarado y lo vivido ‘Por el bien del Imperio’ Ayer y en vísperas al día señalado, el senado de los Estados Unidos de América, publicó su informe sobre las torturas cometidas por el servicio de inteligencia americano tras el ataque que sufrió en 2001 el centro económico de la nación más ‘libre’ del mundo. En 2003 como consecuencia de los ataques del 11s los americanos entraron en Irak. Tardaron apenas unos meses en planificar la invasión previa a la cuna de la civilización y, unas pocas semanas en preparar la zona de ocupación después finalizar los combates. En contraposición el desembarco de Normandía se preparó a lo largo de dos años y la posguerra se fue tejiendo ya en 1943. El caos en el que se sumió Irak en los años posteriores hizo que a partir de 2004, las tropas americanas sufrieran una severa corrección por parte de los iraquíes ya en plena rebeldía. El presidente Bush ante esta situación desplegó y potenció la actuación de los servicios de inteligencia americanos en suelo extranjero. El resultado es sobradamente conocido por el público. Torturas, vejaciones, amenazas… creo que la ‘cárcel’ -por llamarla de alguna manera- de Abu Ghraib es un claro ejemplo en ese sentido de lo que fue la invasión a Irak. El senado, ha concluido que estos graves sucesos no tuvieron una repercusión positiva para la Seguridad Nacional, es más, el dolor causado a muchos individuos hizo que el odio hacía lo occidental se incrementará entre las familias que sufrieron los excesos de la guerra en tierra musulmana. La ONU y diferentes organizaciones pro derechos humanos se han manifestado al respecto y han recalcado que el reporte no puede quedar en nada y que los culpables de estos hechos deben ser juzgados. “El informe confirma lo que la comunidad internacional sabía”, zanjó el representante de la ONU. Pero ¿cómo atajar este tipo de conductas a nivel internacional?  ¿Cómo poner coto a los desmanes que a veces las potencias ejercen sobre otros países inferiores, por el bien del imperio?
Probablemente sea una de las asignaturas pendientes por parte de la ONU en su organización interna. Es incomprensible cómo la organización supranacional por excelencia entré en este tipo de incongruencias de acatar y ratificar los pactos que más les convengan. En un futuro, esperemos que no muy lejano, este tipo de doble juego se vaya limitando más que por el bien del imperio, por el bien de la humanidad.

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