Patente usted legalmente cualquier receta de comida familiar, regional o nacional antes de que lo hagan la empresas Aventis, Dow, DuPont, Mitsui, Monsanto and Syngenta, decididas a cobrar derechos sobre sus tomates, azúcar, sal, trigo o cualquier producto para la alimentación.
La texana RiceTec exige que la India abone el cultivo del milenario arroz Bastami, tras variarle un gen y regalar su producto, lo que llevó a que los campesinos abandonaran el original.
Si cambian la composición del aire les pagaremos por respirar, se dijeron los miembros de la ONG para niños ActionAid, y demostraron la ridiculez de la legislación de patentes al registrar en el Reino Unido un sistema para salar las patatas fritas.
“Aceptaron como nueva una práctica centenaria por la que, teóricamente, todos los británicos deberían pagarnos cuando salan sus patatas fritas”, según un portavoz de ActionAid.
Ahora hay patentados un millar de alimentos con algún gen modificado, y las tres cuartas partes de los alimentos básicos del mundo están participados por empresas de biotecnología.
Cinco compañías controlan el 70 por ciento del mercado de insecticidas y el 98 por ciento de los alimentos genéticamente mejorados, que, guste o no, se impondrán en los mercados.
Y aunque no se quieran sus productos, ellos los imponen: El granjero canadiense Percy Smeysher afirma que una contaminación de polen le invadió sus campos de colza. Monsanto, en lugar de indemnizarle, le exige derechos sobre las plantas nacidas allí.