Revista Cultura y Ocio

Derek Walcott (1930): Gros-ilet

Por Fruela

De esta aldea, empapada como trapo gris de agua salobre,vino una lengua, ornada de conchas,con trazas de bayas en sus axilasy codos como remos flexibles. Cada ceremonia empezabaen las pozas, en las escombreras, con funerales al alba y al ocasoque atendían los cangrejos. Olores que el marespesaba. El ancla de las islas estaba en lo hondo,pero siempre era clara en la arena. Más de un tiburón,y a menudo la raya, de alas amplias como velas,se alzaban con ojo insomne entre corales vacilantes,y un pescador sostenía un bagre como cabeza de bigotes.Y la noche con sus candelas ciertas, inagotables,era una Noche de Difuntos volteada, la imagenque un murciélago se hace del mundo. Así sus ojosnos miraron, curiosos, y hallaron extraño nuestro paso,y les sorprendió nuestro equilibrio, que durmiéramoscomo muertos, que confundiésemoslos sueños con cosas cotidianas, clavos, rosas,que las rocas envejecieran con musgo veloz,el mar dejara surcos que no eran del tiempo,y la arena iniciase remolinos que no eran de nada,y las sombras sólo respondieran al sol.Y a veces, como el borde de una rueda vieja,el ribete negro de una marsopa. Elpénor,tú que te rompiste el culo, borracho, al caer del mamparo,y el timonel que navega, como la raya entre respiros de olas -seguid adelante, nada hay aquí para vosotros. Son distintas las velas y los usos, los muertosson distintos. Conchas distintas guardan sus tumbas.Hay distinciones más allá del paraísode nuestro horizonte. Esto no es el purpúreo Egeo.Aquí no hay vino ni queso, las almendras son verdes,amargan las uvas de playa, la lengua es de esclavos.
Traducción de Fruela Fernández

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