Revista Asia
En un país donde las estatuas cobrizas de su máximo dirigente son objetos de veneración obligatoria y que tienen que ser adecentadas y abrillantadas diariamente, un pequeño grupo desconocido formado por los refugiados norcoreanos y escasos militares han propuesto a manchar y apedazar el gran símbolo que representó el socialismo norcoreano durante décadas desde la tregua pactada en 1953. Sus decisiones de cometer semejantes actos han sido firmes después de larga meditación intercambiando notas y planes en la zona fronteriza entre Corea del Norte y China. Aunque dicen que el comienzo será sufrido, piensan que esto es una de las formas de alentar a la población, encasillada en el temor y la inocencia, el buscado origen de sus sufrimientos no queridos.
No han querido dar más detalles por temor de revelar sus planes para evitar infaustas consecuencias. Pero el grupo nos comunica que hay seis puntos de emplazamiento para cometer dichos actos, todas situadas en la frontera con China. Un refugiado, en relación a este caso, ha contado que: "Había personas que por la noche habían derribado en silencio estatuas de Kim Il-Sung en ciudades como Hyesan o Hweryong en protesta de su malestar con el régimen norcoreano. Dependiendo de lo solidificados que sean estas personas, podrán estar en un hipotético cambio radical en el territorio que les derivará al éxito o al fracaso que les costaría la vida".
En estatuas de Kim Il-Sung donde la luz artificial tiene que estar enfocada hacia él, incluso por las noches en un espacio cerrado, mientras que su población no tiene acceso a una alimentación básica por la pésima gestión de la cúpula dirigente del régimen, a los defensores del comunismo norcoreano no les queda más que enfrentar a los inconformistas que tratan de cambiar la realidad norcoreana. Sus actos ya están puestos en marcha. Nuestro rol es ser testigos directos de una posible transformación en la sociedad norcoreana que puede propiciar la ansiada reunificación en la península.
El diario de Corea del Norte