En la madrugada del 27 al 28 de marzo de 1996, siete monjes franceses del monasterio cisterciense Nuestra Señora del Atlas, cerca del pueblo de Tibhirine en Argelia, fueron secuestrados por un grupo fundamentalista. Este hecho fue reivindicado por la facción radical del Grupo Islámico Armado que en un comunicado, del 23 de mayo de ese mismo año, anunció que todos los monjes habían sido ejecutados dos días antes.
Basado en este trágico suceso, Xavier Beauvois presentó la película Des hommes et des dieux en el pasado Festival de Cannes donde obtuvo el mayor galardón. Visualmente la realización es magistral, los planos recogen la luz de la montaña del Atlas como no se había visto antes, la vegetación exótica se desarrolla entre sol y nieve, los colores son vivos y las relaciones entre los monjes y sus vecinos musulmanes llenos de humanidad y de respeto por ambas partes.
A principios de 1996 la violencia que asoló el país argelino alcanzó su apoteosis. En medio del conflicto se encuentran estos hombres, con sus dudas, sus miedos, su resistencia a dejar el país, que también son monjes, por lo que se añade a su condición humana el cumplimiento de un deber, la posibilidad de convertirse en mártires sin desearlo o continuar su trabajo de ayuda al prójimo en otro lugar.
Sin duda alguna, la reflexión de este grupo de monjes es lo más interesante de Des hommes et des dieux. El cine ha tratado en múltiples ocasiones la obediencia debida (Alemania durante la época nazi o la guerra) pero nunca lo había hecho desde este punto de vista. Como persona puedo sentir y desear escapar de una situación pero el sentido del deber me obliga a aferrarme y defender el compromiso.
La estética con la que están retratados los protagonistas de la historia recuerda a los mejores pintores españoles y, en especial, a Zurbarán. Y la escena en que comparten la última cena nos desvela su profunda humanidad y nos confirma que antes de monjes son seres humanos.
La película ha conseguido un respaldo del público bien merecido pero se mantiene distante en cuanto a la interpretación de los hechos en la que está basada. No es un documental, aunque a veces lo parezca, sino una obra de ficción y hubiese sido más interesante si el autor nos hubiese revelado su posición, tanto en relación con la autoría del suceso (implicación de un grupo terrorista, del gobierno o ambos) como en la parte que no se oculta y es el período en que los monjes convivieron con sus secuestradores.
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