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Desafío 1001: El moderno Sherlock (1924) Roscoe Arbuckle, Buster Keaton.

Publicado el 19 noviembre 2010 por Pabela
Artículo publicado por 1º vez en Solo cine clásico.
Ligeramente modificado para su actual publicación
dentro del desafío 1001.

Desafío 1001: El moderno Sherlock (1924) Roscoe Arbuckle, Buster Keaton.Título orginal: Sherlock, Jr.
Dirección:Roscoe Arbuckle, Buster Keaton.
País: EE.UU
Interpretes: Buster Keaton, Kathryn McGuire, Joe Keaton, Erwin Connelly, Ward Crane.
Duración: 44 min.
Página: 48
En 1991, Sherlock, Jr. fue seleccionada por la librería del Congreso de los EE.UU para intregrar el registro Nacional de Films por ser "obra culta, histórica y estéticamente significante". En el 2000, lo fue por el Instituto de cine americano para la lista de las mejores 100 comedias; y es que viendo este tercer film de Buster Keaton, dirigido además por él y escrito por Clyde Bruckman, Jean Havez y Joseph A. Mitchell uno no puede menos que aplaudir de pie sea donde sea que la disfrutemos. En apenitas 44 minutos, este tesoro que solo un maestro como Keaton podía brindar, nos cuenta una historia tan surrealista como su protagonista.
Keaton es un muchacho que trabaja proyectando films en el cine del barrio pero sueña con convertirse en el mejor de los detectives privados. Pretende- en competencia con un descarado ladrón- a una hermosa joven, Kathryn McGuire cuyo padre, Joe Keaton (el mismo padre de Buster) echará de su casa tras una cruel treta del villano. Desanimado Keaton volverá a su trabajo para sucumbir a un sueño pesado que lo trasladará a la pantalla y lo hará soñar con ser el detective más inteligente del mundo.
El cine dentro del cine, la ficción y la realidad entremezcladas; recursos que tantos otros films han tomado de este artista sin par.
Desafío 1001: El moderno Sherlock (1924) Roscoe Arbuckle, Buster Keaton.
Al principio, la realidad cinematográfica se niega a aceptar a este nuevo protagonista, y la tensión entre ambos mundos se representa de una manera magnífica, gracias al montaje de cambios de escenario que arroja a nuestro perplejo héroe a la guarida de un león, a un mar embravecido y a una montaña cubierta de nieve. Poco a poco, se adapta por completo al mundo fílmico.

Pero lo que tiene realmente de valorable esta gema del cine clásico, es la extraordinaria edición de las escenas que para la época eran casi impensables. Si a nuestros modernos y tecnologizados ojos nos sorprende, no imagino el espasmo emocional que muchos habrán sentido el día de su estreno. Escenas de riesgo mostradas con gracia extrema, sí, uno no puede dejar de reírse, pero que sin duda podrían competir equitativamente con muchas de las que hoy nos brinda el cine con sus puntillosos cuidados y dobles de riesgo. Vean dos datos asombrosos: la escena del tren donde Keaton termina sostenido de un caño, resbalando y posteriormente cayendo por el efecto de un tremendo chorro de agua al suelo , le provocó una lesión en el cuello que años más tarde fue diagnosticado como consecuencia de las tremendas jaquecas que el pobre Buster sufría a diario. Y el mismo Keaton, reemplazó a Erwin Connelly en la escena de la caída de la motocicleta. ¡Increíble!, ¿verdad?.
Desafío 1001: El moderno Sherlock (1924) Roscoe Arbuckle, Buster Keaton.
El film que no economiza en gracia, estética y acción cuenta con un sin número de brillantes momentos que difícilmente se nos borrarán de la memoria: la impecable coreográfica persecución a pie de Keaton al villano, Ward Crane; el escape a través de una ventana en la que queda vestido de vieja, son garantía de escasos 44 minutos de cautivante creatividad en el cine. Una oportunidad única y fascinante de entrar por la puerta grande del cine clásico para aquellos que aun no son asiduos a él.
El moderno Sherlock no solo ofrece las increíbles acrobacias por las que Keaton es famoso, sino que toca diversos temas. Desde una perspectiva social, es un comentario sobre las fantasías des ascenso clasista en la sociedad estadounidense. En el plano psicológico, introduce el motivo del doble esfuerzo por realizarse en espacios imaginarios, pues el protagonista es incapaz de lograrlo en la realidad tangible y cotidiana. Por encima de todo, la película es una reflexión sobre la naturaleza del arte, un tema que vuelve a aparecer en El cameraman (1928) cuando el foco de Keaton se desvía de la pantalla al espectador.

¿Vale la pena su inclusión en el libro?: Es desde ya un ícono del cine clásico y de Keaton, una película que deja asombrado por la perfección en el detalle de su edición y producción impensada para la época. Los dejo con el video para que puedan verla directamente aquí.
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