Una de las portadas más icónicas de Interviú
Aunque parezca una incongruencia en quien elabora un blog propio del universo virtual, soy un consumidor, desde mi más temprana adolescencia, de medios de comunicación, pero fundamentalmente en soporte papel y olor a tinta de imprenta. Por ello también mi predilección por los libros físicos, los de celulosa, tinta, hilos y cola, con los que me deleito subrayando y haciendo anotaciones en los márgenes de las páginas, mejor que esas tabletas electrónicas frías, insípidas e inoloras donde todos los textos son igual de silenciosos y apáticos, como pecadores en una iglesia. Me encantan las publicaciones “analógicas” de lectura directa y palpable, no a través de una pantalla. Por eso, aunque no fuera seguidor de ellas, lamento la desaparición de dos revistas legendarias de los kioscos españoles: Interviú y Tiempo. Ambas finalizan su extensa existencia mediática por decisión de la empresa editora, el Grupo Zeta, aburrida de acumular números rojos por la imparable pérdida de difusión, de publicidad y de lectores dispuestos a pagar religiosamente cada semana el precio de un producto que es incapaz de competir con la oferta gratuita que se halla asequible en Internet. No es de extrañar que el editor, obligado a buscar la rentabilidad de su negocio, se deshaga de unas agónicas reliquias en papel y apueste por lo digital. Son las nuevas, pero no últimas, víctimas de una muerte anunciada, que pende amenazadoramente sobre todas las cabeceras que siguen aferradas a la vieja usanza que a mi tanto me satisface.Desaparecen, pues, tras 42 años en los kioscos, Interviú y Tiempo, dos semanarios que lideraron, cada una a su estilo, una época gris que empezaba a coger color. Fueron adalides de un nuevo periodismo basado en la investigación, los grandes reportajes y cierto espectacularismo epidérmico cuando todo ello era una rareza prohibida o aún no asumida por unos lectores cohibidos por la larga noche de la dictadura y la censura. Eran revistas nacidas de la Transición y la modernidad que ya, en aquella “primavera” de 1976, asomaban por el horizonte de España. Una fue hija de la otra, porque lo que empezó como suplemento político de Interviú, se emancipó como revista de información en 1982, compitiendo con “Triunfo”, “Cuadernos para el Diálogo” y “Cambio16”, entre algunas otras, que acaparaban entonces el mercado de las revistas “serias” de información política.
Nunca fui lector de Tiempo (sí de las anteriormente citadas), pero recuerdo las famosas portadas de Interviú y sus desnudos, que atraían las miradas de cuantos se acercaban a los kioscos. Hoy lamento mi desinterés por unas revistas que supieron hacerse un hueco y participar en el desarrollo de una sociedad hambrienta de libertad, pluralismo y tolerancia, y que recibió la democracia con la ilusión de un niño el día de Reyes Magos. Interviú y Tiempo llegaron hasta hoy, enfrentándose a los nuevos hábitos de lectura, a la sangría de la difusión, a la crisis económica que afectó especialmente al mundo editorial y a los problemas de una empresa que renuncia seguir perdiendo dinero y apuesta por otras cosas..., pero también a lectores como yo que añoran más que contribuyen a la supervivencia de un producto cultural que forma parte de nuestra formación como ciudadanos de un país libre. Por culpa de todos, desaparecen dos revistas relevantes de la historia periodística de España, justamente cuando hacen falta más voces que cuestionen y denuncien los abusos del poder, de cualquier poder. De ahí mi lamento.